jueves, 22 de noviembre de 2012

Cada día con Dios.Elena G. de White

LA ALEGRÍA GLORIFICA A DIOS


"Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él." Col. 3: 17.

Doquiera haya un corazón del cual no irradie la luz del cielo, habrá una soledad en la cual Cristo no puede morar. Al lado de cada alma se encuentra la presencia de un ángel. Se me ha instruido en el sentido de que, con el don de Cristo, se le dieron a este mundo todos los tesoros del cielo. Nada quedó en reserva. Si el hombre no abre la puerta de su corazón a Cristo Jesús para entrar en comunión con él, los agentes satánicos lo harán.

Debe haber abundancia de alegría para gloria de Dios. Si está presente la influencia suavizante y subyugadora de la gracia de Cristo, siempre se pronunciarán palabras agradables. Si alguien se equivoca, converse con esa persona a solas. No se exprese con vehemencia; por el contrario, modere su voz. Quien ocupa un cargo de importancia como mayordomo de Dios, debiera ejercer especial cuidado para no irritar a nadie mediante sus palabras y actos. Debiera dirigirse en forma agradable a cada obrero, y no debiera manifestar ni irritabilidad ni amargura.

Sean mucho más cuidadosos en sus palabras y actos los que ocupan cargos de confianza, y ello más aún mientras mayor sea la responsabilidad de su cargo en relación con sus colaboradores, porque los que están relacionados con la obra de Dios sólo pueden complacerlo si hablan con amabilidad. Toda palabra pronunciada sin la debida meditación e inadvertidamente, debiera ser retirada de inmediato. Si quien habla se olvida de hacerlo, o no le causa pesar su falta de cuidado, alguien imbuido del espíritu de Cristo debiera recordarle que debe pedir disculpas, porque debemos tener presente que, como cristianos que pretendemos trabajar unidos, no debemos actuar como los pecadores, cuyas palabras y obras pecaminosas los condenarán finalmente, a menos que se arrepientan. . .

Los cristianos deben amarse los unos a los otros así como Cristo los amó. En torno de la manifestación de este amor gira el reconocimiento del mundo de la verdad del Evangelio. Por esto oró Jesús en su última plegaria. Los cristianos no deben actuar como niños mal educados. Los que pretenden ser hijos de Dios deben dar evidencia ante el mundo que han dejado atrás la conducta pueril de su vida de inconversos ( Carta 179 , del 19 de noviembre de 1902, dirigida a C. P. Bollman, director del Southern Watchman, publicado en Nashville, Tennessee).

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