domingo, 25 de noviembre de 2012

Cada día con Dios.Elena G. de White

HONESTIDAD EN LOS NEGOCIOS


"En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor." Rom. 12: 11.

Los siervos de Dios están más o menos obligados a mantener relación con los mundanos mediante sus transacciones comerciales, pero debieran comprar y vender con la idea que el ojo de Dios está sobre ellos. No deben usar balanzas ni pesas falsas, porque tales cosas son abominación a Jehová. En toda transacción comercial el cristiano debe ser exactamente lo que quiere que sus hermanos crean que es. Su conducta está modelada por principios fundamentales. No practica artimañas porque no tiene nada que ocultar ni que cubrir. Podrá ser criticado y probado, pero su integridad inquebrantable resplandecerá como oro puro. Es una bendición para todos los que se relacionan con él, porque su palabra es digna de confianza. Es una persona que no se aprovecha de su prójimo, es amigo y benefactor de todos, y sus semejantes confían en sus consejos. . .

El hombre verdaderamente honesto nunca aprovechará la debilidad o la incompetencia de los demás para alcanzar sus propios propósitos. Acepta un precio razonable por lo que vende. Si los artículos que vende son defectuosos, lo comunica francamente a su hermano o a su vecino, aunque al hacerlo perjudique sus propios intereses económicos.

En todos los detalles de la vida hay que practicar los más estrictos principios de honestidad. No son los principios que gobiernan el mundo, porque Satanás, disimulador, mentiroso y opresor, es su amo, y sus súbditos lo siguen y llevan a cabo sus propósitos. Pero los cristianos sirven a otro Maestro, y sus acciones deben estar de acuerdo con la voluntad de Dios, al margen de toda ganancia egoísta. El apartarse de la perfecta honestidad en los negocios puede parecer a algunos cosa de poca monta, pero nuestro Salvador no lo considera así. Sus palabras acerca de esto son explícitas: "El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel" (Luc. 16: 10). . .

En el mundo cristiano de hoy se practica el fraude en escala alarmante. El pueblo de Dios, que guarda sus mandamientos, debiera mostrar que está por encima de todas estas cosas. Los procedimientos deshonestos que mancillan el trato del hombre con sus semejantes, nunca debieran ser puestos en práctica por los que profesan creer en la verdad presente ( Carta 3 , del 24 de noviembre de 1878, dirigida al Hno. O, colportor que se dedicaba a transacciones dudosas).

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