viernes, 15 de marzo de 2013

Nuestra Elevada Vocación.Elena G. de White

Cuál capitán


Porque este Dios es Dios nuestro eternalmente y para siempre: él nos capitaneará hasta la muerte.
Salmos 48:14.


Todos estamos bajo el mando de uno u otro capitán. Uno, el Creador del hombre y del mundo, es el mayor de todos. Todos le deben el sometimiento de su ser entero, la devoción de todos sus afectos. Si se pone la mente bajo su control, y si Dios moldea y desarrolla las facultades mentales, diariamente se recibirá un nuevo poder moral de la Fuente de toda sabiduría y fortaleza. Las bendiciones morales y la hermosura divina, recompensarán los esfuerzos de cada uno, cuya mente se dirija hacia lo celestial. Podemos obtener revelaciones—bellezas celestiales—que están más allá de la corta visión de los mundanos, que exceden la imaginación de la mente más grande. ...


Satanás es el capitán del mundo. ... Su propósito principal consiste en unir bajo su bandera a la mayor parte del mundo, para que muchos se opongan al poder de la justicia y de la verdad eterna. El talento y la capacidad concedidos por Dios para ser dedicados a su servicio, son puestos a los pies del gran rebelde del gobierno de Dios. ...

Mientras el sabio del mundo araña la superficie, posesionándose de las cosas de la vista y los sentidos, el que teme y reverencia a Dios está entrando en la eternidad, penetrando en los lugares más profundos, y obteniendo el conocimiento y la riqueza que son tan perdurables como la eternidad. La justicia, el amor y la verdad, son los atributos del trono de Dios. Son los principios de su gobierno. ... Estas son joyas que deben buscarse y apreciarse en este tiempo y durante la eternidad. ...


Caminar por el mundo como un hombre puro, de principios morales incontaminados, llevando los principios sagrados de la verdad en el corazón, con su influencia vista en los actos de su vida; vivir sin ser contaminado por la bajeza, la falsedad y la deshonestidad de un mundo que pronto ha de ser purificado de su condición moral por los fuegos de la justicia retributiva de Dios, eso es ser un hombre cuyo registro se inmortaliza en el cielo, es ser honrado entre los ángeles puros que consideran y aprecian la dignidad moral. Esto es lo que significa ser un hombre de Dios.—Carta 41, 1877.

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