miércoles, 29 de mayo de 2013

Nuestra Elevada Vocación.



El representante de Cristo


Y cuando él viniere redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio.
Juan 16:8.


Como el Consolador ha de venir y os convencerá de pecado, de justicia y de juicio, cuidad de no resistir al Espíritu de Dios. ... Estad dispuestos a discernir lo que él os revele. Someted vuestra voluntad, los hábitos que por tanto tiempo habéis idolatrado y que os son peculiares, para que podáis recibir los principios de la verdad.—The Review and Herald, 12 de abril de 1892, pp. 225.


Cristo nos ha proporcionado, al costo de un sacrificio y sufrimiento infinitos, todo lo que es esencial para el éxito en la lucha del cristiano. El Espíritu Santo proporciona poder y capacita al hombre para vencer. El gobierno de Satanás debe ser subyugado mediante el poder del Espíritu. Es el Espíritu el que convence de pecado, y quien, con el consentimiento del ser humano, expele el pecado del corazón. Lá mente, entonces, es puesta bajo una nueva ley: la ley real de la libertad.—The Review and Herald, 19 de mayo de 1904.


El señor Jesús obra mediante el Espíritu Santo porque es su representante. Mediante él infunde vida espiritual al alma, aviva sus energías para el bien, limpia de la contaminación moral y capacita para su reino.


Jesús tiene abundantes bendiciones para derramar, ricos dones para distribuir entre los hombres. El es el Consejero admirable, infinito en sabiduría y fortaleza, y si reconocemos el poder de su Espíritu y nos sometemos para ser moldeados por él, estaremos completos en él. ¡Qué pensamiento es éste! En Cristo “habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente. Y en él estáis cumplidos”. Colosenses 2:9, 10.


El corazón humano no puede conocer la felicidad hasta que se somete para ser moldeado por el Espíritu de Dios. El Espíritu conforma el alma renovada según el modelo, Jesucristo. Mediante su influencia, la enemistad contra Dios se cambia en fe y en amor, y el orgullo en humildad. El alma percibe la belleza de la verdad, y Cristo es honrado en la excelencia y la perfección del carácter. Cuando se efectúan estos cambios, los ángeles rompen en cantos de alabanza, y Dios y Cristo se gozan por las almas que son modeladas según la semejanza divina.—The Review and Herald, 25 de agosto de 1896.

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