lunes, 17 de junio de 2013

Nuestra Elevada Vocación.

La cadena de oro del amor

Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros: como os he amado, que también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
Juan 13:34, 35.

El amor de Cristo es una cadena de oro que une a los seres humanos finitos, que creen en Jesucristo, con el Dios infinito. El amor que el Señor tiene por sus hijos, sobrepasa todo conocimiento. Ninguna ciencia puede definirlo o explicarlo. Ninguna sabiduría puede sondearlo.—Carta 43, 1896; The S.D.A. Bible Commentary 5:1141.

El egoísmo y el orgullo entorpecen el amor puro que nos une en espíritu con Jesucristo. Si se cultiva verdaderamente este amor, lo finito se unirá con lo infinito, y todo se centrará en el Infinito. La humanidad se unirá con la humanidad, y toda se unirá con el corazón del Amor Infinito. El amor santificado de unos hacia otros es sagrado. En esta gran obra, el amor cristiano de unos hacia otros—más elevado, más constante, más cortés y más desinteresado de lo que se ha visto—, preserva la ternura cristiana, la benevolencia cristiana, la cortesía, y reúne a la hermandad humana en el abrazo de Dios, reconociendo la dignidad con la cual Dios ha investido los derechos del hombre.—The S.D.A. Bible Commentary 5:1140.

La cadena dorada del amor, que une los corazones de los creyentes en unidad, con vínculos de amistad y de amor, y en unidad con Cristo y el Padre, realiza la perfecta conexión y da al mundo un testimonio del poder del cristianismo que no puede ser controvertido. ... Entonces el egoísmo será desarraigado y no existirá más. Entonces no habrá luchas ni divisiones. No habrá obcecación en ninguno que esté unido con Cristo. Ninguno manifestará la obcecada independencia del hijo descarriado e impulsivo, que desecha la mano que se extiende para conducirlo, y tropieza y anda en sus propios caminos.—Carta 110, 1893.
El amor es una planta tierna, y debe ser cultivada y apreciada, y las raíces de la amargura deben ser arrancadas de su alrededor, a fin de que tenga lugar para expandirse, y entonces llevará bajo su influencia a todos los poderes de la mente, y del corazón, para que amemos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.—Manuscrito 50, 1894, pp. 3.

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