lunes, 15 de julio de 2013

Nuestra Elevada Vocación.

El don que Dios acepta
Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida, y rebosando darán en vuestro seno: porque con la misma medida que midiereis, os será vuelto a medir. Lucas 6:38.
No nos quejemos porque se nos pide a menudo que demos para la edificación de la causa. ¿Qué es lo que hace que estos pedidos tan frecuentes sean una necesidad? ¿No es el rápido aumento de las empresas misioneras? Al rehusar dar, ¿no retardaremos el crecimiento de esas empresas?
Todos los que posean el Espíritu de Cristo manifestarán una disposición tierna y benévola, y una mano abierta y generosa. ... Se nos ha confiado la proclamación del último mensaje de misericordia para el mundo—el mensaje que debe preparar a un pueblo para permanecer en el día de Dios. ¿Comprendemos nuestra responsabilidad? ¿Estamos realizando nuestra parte en la proclamación del mensaje? El tiempo presente abunda en intereses eternos. Debemos desplegar la norma de la verdad delante de un mundo que perece en el error.—The Review and Herald, 18 de abril de 1912.
Cuanto más llevemos a la tesorería de Dios, tanto más tendremos para llevar, porque él aumentará las oportunidades y acrecentará nuestros bienes. He descubierto que esto ha sido verdadero en mi propia experiencia. A medida que Dios multiplique sus dones hacia nosotros no debemos tornarnos egoístas, y retener nuestros diezmos y ofrendas. Todos tenemos que desempeñar una parte en la obra de la salvación.—The Review and Herald, 26 de marzo de 1889.
Los dones y las ofrendas no comprarán la salvación para nadie. La religión de la Biblia consiste en ese desarrollo de nuestra naturaleza moral que induce al alma a relacionarse con Dios, a amar lo que Dios ama, y a odiar lo que Dios odia. Dios no aceptará vuestras ofrendas si vosotros mismos no os entregáis. El pide no únicamente lo que le pertenece en términos de posesiones encomendadas a vosotros, sino que reclama su propiedad en vuestro cuerpo, alma y espíritu, comprados al precio infinito de la sangre del Hijo de Dios.—The Review and Herald, 31 de octubre de 1878.
Es el corazón humilde, agradecido y reverente el que hace una ofrenda dulce y aceptable para Dios.—Manuscrito 67, 1907.

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