viernes, 27 de septiembre de 2013

Nuestra Elevada Vocación.

Una mente sana en un cuerpo sano

Antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado.
1 Corintios 9:27.

Todo lo que disminuya el vigor físico debilita el esfuerzo mental. Por eso, debiera descartarse resueltamente toda práctica desfavorable para la salud del cuerpo. ... No podemos mantener una consagración a Dios y sin embargo dañar nuestra salud por la voluntaria indulgencia de un hábito nocivo. La abnegación es una de las condiciones, no sólo de admisión al servicio de Cristo, sino de permanencia en él.

Sin embargo, cuántos que se llaman cristianos no están dispuestos a ejercitar la abnegación, aun por amor de Cristo. Cuán a menudo el amor por alguna perniciosa indulgencia es más fuerte que el deseo de poseer una mente sana en un cuerpo sano. Se gastan preciosas horas de prueba, se desperdician los medios dados por Dios, para complacer los ojos o gratificar el apetito.

Nadie necesita fracasar en esta obra de renunciamiento. Dios dará ayuda a todo buscador sincero. ... Si buscamos sinceramente su gracia, nuestra vida corresponderá con nuestra profesión de fe. ... El sabe que nuestros corazones están plenamente dedicados a su servicio o dados a las cosas del mundo. Podemos profesar lo que queramos, pero a menos que nuestra vida corresponda con nuestra profesión, nuestra fe será muerta. La regla dada por el apóstol Pablo es la única regla segura para nuestra dirección en todas las cosas de la vida. “Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios”. 1 Corintios 10:31. En la selección de nuestro alimento debiéramos procurar no solamente agradar al gusto, sino elegir aquello que sea más saludable. En el vestido deberíamos buscar aquello que es sencillo, cómodo, conveniente y apropiado.—The Review and Herald, 15 de junio de 1886.

Quien observe la sencillez en todos sus hábitos, restringiendo los apetitos y controlando las pasiones, puede preservar sus facultades mentales fuertes, activas y vigorosas, prontas para percibir todo lo que exija pensamiento o acción, agudas para discriminar entre lo santo y lo impío, y listas para emprender toda empresa para la gloria de Dios y el beneficio de la humanidad.—The Signs of the Times, 29 de septiembre de 1881.

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