martes, 19 de noviembre de 2013

Nuestra Elevada Vocación.

Paz en la aflicción

Y la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús.
Filipenses 4:7.

Jesús vino a la tierra para ser no sólo el Redentor del hombre, sino su ejemplo. La suya fué una vida perfecta, una vida de mansedumbre, de humildad, de pureza, y de ilimitada confianza en Dios. ... El nos enseñó en forma práctica la gran lección de la confianza serena, constante e inconmovible en nuestro Padre celestial. El permite que sobrevengan tentaciones, pruebas y aflicciones a sus amados. Son sus providencias, castigos de misericordia para llevarlos de vuelta cuando se aparten de su lado, y proporcionarles un sentido más profundo de su presencia y cuidado providencial. La paz que sobrepasa el entendimiento no es para aquellos que rehuyen las pruebas, las luchas y la abnegación. ...

Jesús nos contempla a cada instante. Las nubes que se interponen entre el alma y el Sol de Justicia son permitidas por la providencia de Dios para fortalecer nuestra fe, a fin de que se aferre a las grandes esperanzas, a las seguras promesas que brillan sin ser empañadas a través de las tinieblas de cada tormenta. La fe debe aumentar a través de los conflictos y el sufrimiento. Debemos aprender individualmente a sufrir y a ser fuertes, y a no abatirnos por la debilidad. ...

Nuestro Padre celestial manifiesta una gran bondad cuando permite que seamos colocados bajo circunstancias que disminuyen las atracciones de la tierra y nos conducen a que coloquemos nuestros afectos en las cosas de arriba. Con frecuencia la pérdida de las bendiciones terrenas nos enseña más que el poseerlas. Cuando pasamos por pruebas y aflicciones, no significa que tengamos una evidencia de que Jesús no nos ama y bendice. El misericordioso Cordero de Dios identifica sus intereses con los de sus hijos que sufren. El los guarda en todo momento. Conoce todas sus aflicciones; conoce cada sugestión que hace Satanás, cada duda que tortura el alma. ... Defiende el caso del que es tentado, del que yerra, y del que carece de fe. Se esfuerza por elevarlos a un compañerismo con él. Su obra consiste en santificar a su pueblo, en limpiarlo, ennoblecerlo y purificarlo, y llenar sus corazones de paz. Así los está preparando para la gloria, el honor y la vida eterna; para una herencia más rica y más perdurable que la de cualquier príncipe terrenal.—The Review and Herald, 12 de agosto de 1884.

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