lunes, 20 de enero de 2014

Elena G. de White

Las oraciones consiguen la ayuda de los ángeles

Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
Gálatas 6:8.

Jóvenes y señoritas, son responsables ante Dios por la luz que les ha dado. Esta luz y estas amonestaciones, si no las escuchan, se levantarán en el juicio contra ustedes. Se les han señalado claramente los peligros que corren; se les han dirigido palabras de cautela, y han sido guardados por todos lados y rodeados de advertencias. Han escuchado en la casa de Dios las verdades más solemnes y escrutadoras del corazón, presentadas por los siervos de Dios con la manifestación de su Espíritu. ¿Qué peso han tenido sobre su corazón estas solemnes súplicas? ¿Qué influencia ejercen sobre los caracteres de ustedes? Se les pedirá cuenta de cada una de estas súplicas y advertencias. Se levantarán en el juicio para condenar a los que viven en la vanidad, la liviandad y el orgullo...

Después que ha sido dada esta luz, después que les han sido presentados claramente los peligros que ustedes corren, la responsabilidad cae claramente sobre ustedes. La manera en que empleen la luz que Dios les da, hará inclinar la balanza para la felicidad o desgracia de ustedes. Ustedes mismos están moldeando sus destinos.

Todos ejercen una influencia para el bien o para el mal sobre la mente y el carácter de los demás. Y en los registros del cielo queda escrito exactamente qué clase de influencia ejercerán. Un ángel les acompaña, y toma nota de las palabras y acciones de ustedes. Cuando se levantan por la mañana, ¿sienten su impotencia y su necesidad de fuerza divina? ¿Dan a conocer humildemente, de todo corazón, sus necesidades a su Padre celestial? En tal caso los ángeles notan sus oraciones, y si éstas no han salido de labios fingidores, cuando estén en peligro de pecar inconscientemente y de ejercer una influencia que induciría a otros a hacer el mal, el ángel custodio de ustedes estará a su lado para inducirlos a seguir una conducta mejor, para escoger las palabras que han de pronunciar y para influir en sus acciones...

La gloria inmortal y la vida eterna son la recompensa que nuestro Redentor ofrece a los que quieran obedecerle. Gracias a él es posible que ellos perfeccionen su carácter cristiano mediante su nombre y venzan por su cuenta como él venció en su favor. Les ha dado un ejemplo en su propia vida, mostrándoles cómo pueden vencer. “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Romanos 6:23.—Joyas de los Testimonios 1:347-349

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