lunes, 31 de marzo de 2014

SER SEMEJANTE A JESÚS.

Usar los dones de Dios como él desea

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Romanos 12:2.

Muchos, en vez de consagrar sus medios al servicio de Dios, consideran su dinero como suyo propio y dicen que tienen el derecho a usarlo como les plazca. Al igual que los habitantes del mundo de los días de Noé, usan los dones de Dios para su propio servicio. Aun algunos que profesan conocer y amar al Señor hacen esto. Dios les ha revelado su voluntad. Los ha invitado a que le entreguen todo lo que tienen, pero el amor al mundo ha pervertido su voluntad y endurecido su corazón. No quieren obedecer a Aquel a quien deben todo lo que poseen. Sin hacer caso de su llamado, estrechan sus tesoros entre sus brazos, olvidándose de que el Dador tiene alguna demanda sobre ellos. De esa manera las bendiciones dadas por Dios se convierten en una maldición, porque se hace un mal uso de los medios.

Cristo entendió el peligro del amor al dinero, porque dijo: “¡Cuán difícil les es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas!” Marcos 10:24... Hoy día nos invita a que demos una atención concienzuda a nuestros intereses eternos. Quiere que subordinemos cada interés terrenal a su servicio. “Porque, ¿qué aprovechará al hombre”, pregunta Jesús, “si ganare todo el mundo y perdiere su alma?” Mateo 16:26.

El derecho de Dios a nuestro servicio se mide por el sacrificio infinito que hizo para nuestra salvación. “Mirad cual amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. 1 Juan 3:1. Por amor a nosotros, Jesús vivió una vida de tristeza y privaciones. Él era puro y santo, y sin embargo sobre él fue puesta la iniquidad de todos nosotros... Con un toque de su mano curó a los enfermos, y con todo sufrió fuerte dolor corporal. Expulsó a demonios con una palabra, y libró a los que estaban atados por las tentaciones de Satanás; y sin embargo le asaltaron tentaciones como nunca asaltaron a ninguno. Levantó a los muertos por su poder, y sin embargo sufrió la agonía de la muerte más terrible.

Todo esto lo sufrió Cristo por nosotros. ¿Qué le estamos dando en cambio? Él, la Majestad del cielo, se sometió pacientemente a la burla y al insulto... ¿Consideraremos demasiado grande algún sacrificio? ¿Vacilaremos en rendir a Dios un culto racional?—The Signs of the Times, 21 de enero de 1897.

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