martes, 15 de abril de 2014

LA FAMILIA, UN SÍMBOLO

"Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra." Efe. 3: 14, 15.

La iglesia designa oficiales para que sean colaboradores con Dios en la edificación del cuerpo de Cristo. Las madres y los padres hacedores de la Palabra de Dios forman parte del cuerpo de Cristo. Enseñan y amonestan a sus hijos de acuerdo con la Palabra de Dios, preparándolos para permanecer bajo la bandera de Jesús. Son los testigos de Dios, que muestran al mundo que están bajo la conducción del Espíritu Santo. Cristo es su modelo y educan a sus hijos de tal manera que conozcan a Dios.

En la oración que Cristo ofreció en beneficio de sus discípulos, justamente antes de ser traicionado y crucificado, dijo: "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17: 3). ¿No debiera ser cada familia de la tierra un símbolo de la familia que está en el cielo? ¿No debieran escucharse cantos de alabanza y gratitud en cada hogar?

Una familia en cuyo seno se manifiesta amor a Dios y de los unos por los otros, cuyos miembros no se irritan, sino que son pacientes, tolerantes y amables, es un símbolo de la familia celestial. Sus componentes comprenden que son parte de la gran familia del cielo. Mediante las leyes de dependencia mutua se les enseña a confiar en la gran Cabeza de la iglesia. Si uno de sus miembros sufre, todos los demás sufren. El sufrimiento de uno entraña el sufrimiento de los otros. Esto debiera enseñar a la juventud a cuidar de sus cuerpos, a obrar por la preservación de la salud, porque cuando sufren a causa de la enfermedad, toda la familia sufre.

Los hombres y mujeres que sirven decididamente a Dios conducirán a sus familias de tal manera que representen correctamente la religión de Cristo. Enseñarán a sus hijos a ser aseados y útiles, a compartir las cargas del hogar y a no permitir que los padres hagan alguna tarea que ellos pueden realizar. De esta manera el padre y la madre quedan más aliviados. La familia toda comparte la bendición de la disposición de ayudarse mutuamente.

¿Por qué no se allegan los padres a Jesús tales como son, en busca de su gracia perdonadora y de su poder sanador? ¿Por qué no ruegan ser dotados con aptitudes que les permitan gobernar sus casas correctamente?. . .

Se roba a Dios cuando los hombres y las mujeres no se relacionan con El en forma tal que la mente, el alma y las fuerzas puedan ser controladas por el Espíritu Santo. La familia de Dios en la tierra debiera cooperar en perfecta armonía con los instrumentos designados por el Señor en la tarea de moldear el carácter humano de acuerdo con la semejanza divina (Manuscrito 1, del 19 de enero de 1899, "Unidad, cortesía y amor

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