miércoles, 23 de abril de 2014

SER SEMEJANTE A JESÚS.

Aceptar la Biblia como el fundamento de toda fe

Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.
Romanos 15:4.

Los maestros de Israel no sembraban la simiente de la Palabra de Dios. La obra de Cristo como Maestro de la verdad se hallaba en marcado contraste con la de los rabinos de su tiempo. Ellos se espaciaban en las tradiciones, teorías y especulaciones humanas. A menudo colocaban lo que los mortales habían enseñado o escrito acerca de la Palabra en lugar de la Palabra misma. Su enseñanza no tenía poder para vivificar el alma.

El tema de la enseñanza y la predicación de Cristo era la Palabra de Dios. Él hacía frente a los inquiridores con un sencillo “Escrito está”. “¿Qué dice esta Escritura?” “¿Cómo lees?” En toda oportunidad, cuando se despertaba algún interés, ya fuera por obra de un amigo o un enemigo, él sembraba la simiente de la Palabra. Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida, siendo él mismo la Palabra viviente, señalaba a las Escrituras y decía: “Ellas son las que dan testimonio de mí”. Juan 5:39. “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”. Lucas 24:27.

Los siervos de Cristo han de hacer la misma obra. En nuestros tiempos, así como antaño, las verdades vitales de la Palabra de Dios son puestas a un lado para dar lugar a las teorías y especulaciones humanas. Muchos profesos ministros del evangelio no aceptan toda la Biblia como palabra inspirada. Una persona sabia rechaza una porción; otro objeta otra parte. Valoran su juicio como superior a la Palabra, y los pasajes de la Escritura que enseñan se basan en su propia autoridad. La divina autenticidad de la Biblia es destruida. Así se difunden semillas de incredulidad, pues la gente se confunde y no sabe qué creer. Hay muchas creencias que la mente no tiene derecho a albergar.

En los días de Cristo los rabinos interpretaban en forma forzada y mística muchas porciones de la Escritura. Dado que la sencilla enseñanza de la Palabra de Dios condenaba sus prácticas, trataban de destruir su fuerza. Lo mismo sucede hoy. Se hace aparecer a la Palabra de Dios como misteriosa y oscura para excusar la violación de la ley divina. Cristo reprendió esas prácticas... Enseñó que la Palabra de Dios había de ser entendida por todos. Señaló las Escrituras como algo de incuestionable autoridad, y nosotros debemos hacer lo mismo. La Biblia ha de ser presentada como la Palabra del Dios infinito, como el fin de toda controversia y el fundamento de toda fe.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 20-22.

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