sábado, 26 de abril de 2014

SER SEMEJANTE A JESÚS.

Usar responsablemente los dones del habla y la influencia

Orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra la puerta de la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo manifieste como debo hablar.
Colosenses 4:3, 4.

Dios no ha dado los talentos caprichosamente. Él, quien conoce todas las cosas, quien está familiarizado con cada uno, le ha dado a cada persona su obra. Aquellos a quienes les ha confiado mucho no deben jactarse, porque lo que poseen no es suyo; se lo ha prestado a prueba, y cuanto más grande el don, mayores intereses se requieren. Día tras día Dios está probando a hombres y a mujeres para ver si lo van a reconocer como el Dador de todo lo que tienen. Observa para ver si demuestran ser dignos de las riquezas eternas. El uso que hacen de sus dones preciosos decide su destino para la eternidad.

De todos los dones que Dios le ha concedido a sus hijos, ninguno es capaz de ser una bendición mayor que el don del habla. Con la voz convencemos y persuadimos; con ella oramos y alabamos a Dios; y con ella hablamos a otros del amor del Redentor. Dios quiere que consagremos este don a su servicio, hablando sólo palabras tales que ayuden a los que están a nuestro alrededor. Y si Cristo reina en nuestro corazón, nuestras palabras revelarán la pureza, bondad y fragancia de un carácter moldeado y amoldado por él. Pero si estamos bajo la dirección del enemigo de todo lo bueno, nuestras palabras reflejarán sus conceptos. Vigile bien sus palabras. Consagre su don del habla al servicio de Dios, porque un día lo requerirá de sus manos.  

Cada uno de nosotros ejerce una influencia sobre aquellos con los cuales entramos en contacto. Esa influencia la tenemos de Dios, y somos responsables por la forma en que la usamos. Dios desea que se ponga del lado de la verdad, pero queda con cada uno de nosotros decidir si nuestra influencia será pura y elevadora, o si actuará como una malaria venenosa. Los que son participantes de la naturaleza divina ejercen una influencia que es semejante a la de Cristo. Santos ángeles los asisten en su camino, y todos aquellos con los cuales entran en contacto reciben ayuda y bendición. Pero los que no reciben a Cristo como su Salvador personal, no pueden influir en otros para bien. Ésos pierden toda esperanza de la vida eterna, y por medio de su ejemplo extravían a otros. Vigilen bien su influencia; es “su culto racional”, para colocarla en el lado del Señor.—The Signs of the Times, 21 de enero de 1897.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Serán recompensados

Dios llama a obreros que entren en el campo de la mies que ya blanquea. ¿Tendremos que aguardar porque la t...