lunes, 20 de octubre de 2014

Por Jesús llega la salud y el alivio de las perplejidades


Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara. Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Éxodo 15:23, 24.
El Señor tenía una lección para enseñarles a los hijos de Israel. Las aguas de Mara eran una lección objetiva, representando las enfermedades que se acarrearon los seres humanos por causa del pecado. No es misterio que los habitantes de la tierra están sufriendo de enfermedades de toda índole y tipo. Es porque transgreden la ley de Dios.
Así hicieron los hijos de Israel. Derribaron las barreras que Dios en su providencia había erigido para preservarlos de la enfermedad, con el fin de que pudieran vivir con salud y santidad y de esa manera aprendiesen obediencia en su caminar por el desierto. Viajaron bajo la dirección especial de Cristo, quien se había dado como sacrificio para preservar a un pueblo que siempre tuviera a Dios en su memoria, a pesar de las magistrales tentaciones de Satanás. Envueltos en la columna de nube guiadora, era el deseo de Cristo guardar bajo sus alas protectoras de cuidado a todos los que hicieran su voluntad.
No fue por casualidad que en su viaje los hijos de Israel llegaron a Mara. Antes que dejaran Egipto, el Señor comenzó sus lecciones de instrucción, para poder llevarlos a que se dieran cuenta de que él era su Dios, su Libertador, su Protector. Murmuraron contra Moisés y contra Dios, pero aún así el Señor trató de mostrarles que aliviaría todas sus perplejidades si querían mirarlo a él. Los males que encontraron y por los que pasaron eran parte del gran plan de Dios, por medio de los cuales deseaba probarlos.
Cuando llegaron a las aguas de Mara, “el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron. Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó”. Éxodo 15:24, 25. Aunque invisible a los ojos humanos, Dios era el líder de los israelitas, su poderoso Sanador. Él fue quien puso en el árbol las propiedades que endulzaron las aguas. De esa manera deseaba mostrarles que por medio de su poder podía curar los males del corazón humano.
Cristo es el gran Médico, no sólo del cuerpo sino del alma. Nos devuelve a nuestro Dios. Dios permitió que su Hijo unigénito fuera magullado, con el fin de que las propiedades curativas pudieran fluir de él para curar todas nuestras enfermedades.—Manuscript Releases, 29-31.

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