martes, 25 de noviembre de 2014

Ser cortés, alzando las cargas de otros como hizo Jesús


Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. 1 Pedro 3:8, 9.
Los que trabajan por Cristo deben ser puros, rectos y dignos de confianza, y ser también de corazón tierno, compasivos y corteses. Hay una gracia especial en el trato de los que son verdaderamente corteses. Las palabras bondadosas, las miradas placenteras, un comportamiento cortés, son de valor inestimable. Los cristianos descorteses, por el descuido en el trato con los demás, muestran que no están en unión con Cristo. Es imposible estar en unión con Cristo y a la vez ser descorteses.
Lo que Cristo fue en su vida sobre esta tierra es lo que debe ser todo cristiano. Él es nuestro ejemplo, no solamente en su impecable pureza sino en su paciencia, en su bondad y en lo atractivo de su disposición. Él era firme como una roca en lo que concernía a la verdad y al deber, pero invariablemente bondadoso y cortés. Su vida era una verdadera ilustración de la verdadera cortesía. Siempre tenía una mirada bondadosa y una palabra de aliento para el necesitado y oprimido.
Su presencia introducía una atmósfera más pura en el hogar, y su vida era una levadura activa entre los elementos de la sociedad. Inocente e incorruptible, caminaba entre los descuidados, los rudos, los descorteses; en medio de los injustos publicanos, los arbitrarios samaritanos, los soldados paganos, los rudos campesinos y la multitud mixta. Hablaba una palabra de simpatía aquí, y otra palabra allí, mientras veía a la gente cansada y obligada a llevar cargas pesadas. Compartía sus cargas y les repetía las lecciones que había aprendido de la naturaleza, acerca del amor, la bondad y la amabilidad de Dios.
Trataba de inspirar esperanza en el más rudo, y en el que menos prometía, dándoles la seguridad de que podían llegar a ser irreprensibles e inocentes, y a adquirir un carácter que los revelara como hijos de Dios...
El amor de Cristo suaviza el corazón y aligera toda dureza de la disposición. Aprendamos de él cómo combinar un alto sentido de pureza e integridad con un temperamento alegre. Un cristiano bondadoso y cortés es el argumento más poderoso que pueda presentarse en favor del evangelio.—Mensajes Selectos 3:270-272.

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