sábado, 6 de diciembre de 2014

Jesús llama amorosamente, pero muchos esperan demasiado para responder


Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de donde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido. Apocalipsis 2:4, 5.
El Redentor del mundo declara que hay pecados mayores que aquellos por los cuales fueron destruidas Sodoma y Gomorra. Los que oyen la invitación del evangelio que llama a los pecadores al arrepentimiento, y no hacen caso de ella, son más culpables ante Dios que los habitantes del valle de Sidim. Mayor aun es el pecado de los que aseveran conocer a Dios y guardar sus mandamientos, y sin embargo niegan a Cristo en su carácter y en su vida diaria. De acuerdo con lo indicado por el Salvador, la suerte de Sodoma es una solemne advertencia, no meramente para los que son culpables de pecados manifiestos, sino para todos los que están jugando con la luz y los privilegios que vienen del Cielo...
Con una compasión más tierna que la que conmueve el corazón de un padre terrenal que perdona a su hijo pródigo y doliente, el Salvador anhela que respondamos a su amor y al perdón que nos ofrece. Dice a los extraviados: “Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros”. Malaquías 3:7. Pero si el pecador se niega obstinadamente a responder a la voz que lo llama con compasivo y tierno amor, será abandonado al fin en las tinieblas.
El corazón que ha menospreciado por mucho tiempo la misericordia de Dios se endurece en el pecado, y ya no es susceptible a la influencia de la gracia divina. Terrible será la suerte de aquel de quien por último el Salvador declare: “Es dado a ídolos”. Oseas 4:17. En el día del juicio, la suerte de las ciudades de la llanura será más tolerable que la de quienes reconocieron el amor de Cristo y, sin embargo, se apartaron para seguir los placeres de un mundo pecador.
Ustedes que desprecian los ofrecimientos de la misericordia, piensen en la larga serie de asientos que se acumulan contra ustedes en los libros del cielo; pues allá se registra la impiedad de las naciones, las familias y los individuos. Dios puede soportar mucho mientras se lleva la cuenta, y puede enviar llamados al arrepentimiento y ofrecer perdón; sin embargo, llegará el momento cuando habrá completado la cuenta; cuando el alma habrá hecho su elección; cuando por su propia decisión la persona habrá fijado su destino. Entonces se dará la señal para ejecutar el juicio.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 160-162.

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