martes, 31 de marzo de 2015

El amor de Cristo une los corazones


Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor. Efesios 4:2.
Dios es amor. El amor del Padre y del Hijo es atributo de cada creyente. La Palabra de Dios es el canal a través del cual el amor divino llega al hombre. La verdad de Dios es el medio por el cual se alcanza el intelecto humano. Se da el Espíritu Santo al instrumento humano que trabaja en cooperación con los instrumentos divinos. Transforma la mente y el carácter, capacitando al hombre para poder contemplar a Aquel que es invisible. El amor perfecto solamente puede ser gozado mediante la aceptación de la verdad y la recepción del Espíritu Santo...
Cristo oró para que sus discípulos pudieran darse cuenta de la importancia del amor que El había expresado al dar su vida por el mundo. Anheló que comprendieran algo en relación con su sacrificio infinito. Si ellos hubieran entendido más plenamente su amor abnegado, nunca se habrían trabado en lucha y desunión.
Insto a todos los que pretenden creer la verdad presente que practiquen esa verdad. Si lo hacen tendrán una influencia más fuerte y poderosa para el bien. El mundo verá que el amor expresado por los creyentes es el principio central y controlador en los seguidores de Cristo. Un amor como el de Cristo une corazón con corazón. La verdad atrae a los hombres entre sí. Introduce armonía y unidad en todos los que tienen una fe ferviente y viva en el Salvador. Es el plan de Cristo que aquellos que creen en El se desarrollen y lleguen a ser fuertes al unirse el uno con el otro. Todos los que trabajan abnegadamente en el servicio del Maestro llevan al mundo credenciales que atestiguan que Dios envió a su Hijo a esta tierra.
Aunque un grupo de cristianos que actúan en una iglesia no tienen todos los mismos talentos, sin embargo, cada uno tiene el deber de trabajar. Los talentos difieren, pero a cada hombre se asigna su tarea. Todos deben depender de Cristo en Dios. El es la Cabeza gloriosa de todos los niveles y clases de personas que se asocian mediante la fe en la Palabra de Dios. Vinculados por una creencia común en los principios celestiales, todos dependen del Autor y Consumador de su fe. El es quien creó los principios que producen unidad universal, amor universal. Sus seguidores debieran meditar en su amor. No debieran contentarse con alcanzar un nivel inferior al que está colocado delante de Dios. Si se viven los principios del cristianismo, éstos producirán armonía universal y perfecta paz. Cuando el corazón está imbuido con el Espíritu de Cristo no habrá disputas ni se buscará la supremacía; no se luchará por el señorío.—Manuscrito 46, del 31 de marzo de 1902, “La unidad, una señal de discipulado”.*

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