domingo, 8 de marzo de 2015

Hagan de Dios lo primero, lo último y lo mejor

Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel. 1 Corintios 4:1, 2.
Los que desempeñan una parte en la obra de Dios la realizan bien solamente porque Dios obra detrás de ellos. ¿Debiéramos, entonces, alabar y dar gracias a los hombres, descuidando el reconocimiento que debemos a Dios? Si lo hacemos, el Señor no cooperará con nosotros. Cuando el hombre se coloca a sí mismo en primer lugar y desplaza a Dios al segundo, muestra que está perdiendo su sabiduría y su justicia. Todo lo que se hace para restaurar la imagen moral de Dios en el hombre es hecho porque Dios es la eficiencia del obrero. Cristo declaró en su oración al Padre: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. Juan 17:3.
Lo que cada mayordomo debe comprender a medida que se esfuerza por dar a conocer la gloria de Dios en nuestro mundo, ya sea que se encuentre ante infieles o príncipes, es que debe hacer de Dios lo primero, lo último y lo mejor en todas las cosas. El verdadero cristiano comprende que tiene derecho a llevar tal nombre únicamente en la medida en que eleve a Cristo con fuerza constante, perseverante y siempre creciente. Ningún motivo ambicioso disminuirá su energía, porque la misma procede de una fuente inagotable: la Luz de la vida.
“Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel”. 1 Corintios 4:2. Cuando seamos fieles en dar a conocer a Dios, nuestros impulsos estarán bajo el control divino y creceremos constantemente tanto espiritual como intelectualmente. Pero cuando los hombres se unen para exaltar a los hombres y tienen poco que decir de Dios, se debilitan. El abandonará a los que no le reconocen en todo esfuerzo hecho para elevar a la humanidad. Sólo el poder de Cristo puede restaurar la maquinaria humana descompuesta. En todo lugar, los que los rodeen vean que ustedes dan gloria a Dios. Colóquese el hombre a la sombra y permita que Dios aparezca como la única esperanza de la raza humana. Todo hombre debe afianzarse en la Roca eterna, Cristo Jesús, y entonces se mantendrá en pie en medio de la tempestad.
Dios prepara la mente para que pueda reconocerlo como el único que es capaz de ayudar al alma que se esfuerza y lucha. Educará a todos los que se coloquen bajo su bandera para ser fieles mayordomos de su gracia. El hombre no puede evidenciar mayor debilidad que la de pensar que encontrará más aceptación ante los hombres excluyendo a Dios. Dios debe aparecer como supremo. La sabiduría del hombre más encumbrado es locura para con Dios.
Dios ha dado al hombre principios inmortales ante los cuales todo ser humano tendrá que postrarse algún día. Tenemos verdades que nos han sido confiadas. Los rayos de esta luz no deben ocultarse debajo de un almud, sino que han de alumbrar a todos los que están en la casa.—Manuscrito 21, del 8 de marzo de 1899, “Dad al Señor la gloria debida a su nombre”.*

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