jueves, 23 de abril de 2015

Aprendamos de Cristo


Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor. 1 Corintios 1:30, 31.
Tuvimos una preciosa reunión de oración en nuestra pequeña carpa [en el congreso anual de Fresno, California] esta mañana. Sentí que mi alma se elevaba en fervorosa oración por ti [su esposo, Jaime White] y por mí. El precioso Salvador me pareció muy cercano y lleno de gracia, pleno de misericordia y amor. Tomé la decisión de servirle con afecto indiviso...
El poder divino debe combinarse con el esfuerzo humano o de lo contrario esta terrible parálisis de indiferencia, esta inactividad mortal, nunca se disipará de las almas de quienes están en las tinieblas y el error. Jesús es nuestra fortaleza. El es nuestra justicia. Debemos orar más y ejercer fe continuamente. Siento que debo elevar mi mente constantemente a Dios, si es que he de obtener la victoria sobre las tentaciones de Satanás.
¡Oh, se me mostró cómo se alegra Satanás cuando somos vencidos y manifestamos espíritu de impaciencia y de crítica! Se siente alborozado por el triunfo porque sabe que esto entristece al Espíritu de Dios y nos separa de nuestra fortaleza. Nuestro hablar debe ser intachable, nuestro espíritu paciente, amable, longánime y sufrido, manifestando mediante nuestras palabras y acciones que hemos aprendido de Jesús y que todavía estamos aprendiendo en la escuela de Cristo
Querido esposo, estamos edificando para la eternidad. Dios es rico en fortaleza y poder, y podemos permitir que su semblante resplandezca sobre nosotros para que reflejemos la luz a otros... Dios no excusará el pecado en quienes hemos tenido una luz tan grande. No tenemos en nosotros mismos un solo átomo de justicia propia en el que podamos apoyarnos. Todo lo que alguna vez hayamos hecho lo hicimos porque Jesús nos dio su fortaleza y su poder, y no porque hubiera habido en nosotros alguna bondad, sabiduría o justicia inherentes. Somos pecadores, débiles e imperfectos, y debemos sentirlo en grado suficientemente fuerte como para tratar de lograr una ayuda más fuerte y un poder más santo que el que poseemos. La vida de Jesús es un modelo perfecto. No debemos construir sobre la arena. Si lo hacemos, se producirá luego un terrible desmoronamiento. Somos edificio de Dios. Mostrémoslo por medio de un carácter armonioso.—Carta 25, del 23 de abril de 1880, dirigida a Jaime White

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