A TODO EL
MUNDO
"Y a los
hijos de los extranjeros que sigan a Jehová para servirle, y que amen el nombre
de Jehová para ser sus siervos. . . yo los llevaré a mi santo monte, y los
recrearé en mi casa de oración." Isa. 56: 6, 7.
Hay que llevar las
alegres nuevas de la salvación a los que todavía no las han oído. Satanás está
decidido a presentar una falsa imagen del pueblo de Dios ante el mundo. Se
complace cuando manifiestan defectos en sus vidas, o cuando conservan rasgos
objetabas de carácter. Emplea estos rasgos en su servicio. Trata de que el
pueblo de Dios se mantenga en un constante estado de incertidumbre, mediante
falsas teorías y falsas ciencias. Trata de engañarles como a Adán y Eva.
Intentará inducirlos a apartarse de Dios, su verdadero Consejero, para que
acepten sus sofismas espiritistas. Mediante esos sofismas, revestidos con un
manto de luz, trata de engañar de ser posible a los mismos escogidos.
Muchos ceden a sus tentaciones, y el tiempo y la influencia de los
siervos de Dios, que se debieran emplear para dar a conocer a los incrédulos la
verdad para este tiempo, se usan para recuperar a los profesos creyentes de las
redes de Satanás. Así se ponen obstáculos en el camino para que la verdad no
pueda avanzar. No es fácil limpiar el camino del Rey mientras los hombres
confían en sí mismos y ponen carne por su brazo.
A todos los que quieran
hacer justicia y juicio, apartando su mano de todo mal, se les hace esta
promesa: "Yo les daré lugar en mi casa y dentro de mis muros, y nombre mejor que
el de hijos e hijas; nombre perpetuo les daré, que nunca perecerá" (Isa. 56: 5).
El pueblo de Dios no se debe concentrar en un solo lugar. La palabra del
Señor para ellos es: "Te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda"
(Isa. 54: 3). Tienen que establecerse en todas partes. Tienen que proclamar la
verdad para este tiempo en todo lugar. Aquellos en cuyos corazones ha
resplandecido la luz, deben recordar que son obreros de Dios, sus testigos.
Servirlo y honrarlo debe ser su ciencia. Deben invitar a otros para que guarden
sus mandamientos y vivan. La obediencia a la ley de Dios es el asunto que ha de
probar al mundo. . .
Hay que proclamar la verdad a todo pueblo, nación y
tribu. Ha llegado el tiempo de realizar una obra agresiva en las ciudades, y en
todos los territorios descuidados, donde no se ha trabajado ( Carta 263 , del 12
de noviembre de 1903, dirigida a los médicos y las enfermeras).