El Señor desea que se siga proclamando con creciente eficiencia el mensaje del tercer ángel. Como obró él en todos los siglos para dar victorias a su pueblo, en esta época anhela llevar a un triunfante cumplimiento sus propósitos en favor de su iglesia. Invita a sus santos creyentes a que progresen unánimemente, adquiriendo cada vez más fuerza y pasando de la fe a una seguridad y confianza acrecidas en la verdad y la justicia de su causa.
Debemos permanecer firmes como una roca en los principios de la Palabra de Dios, recordando que Dios está con nosotros para darnos fuerza con que arrostrar toda nueva situación. Sostengamos siempre en nuestra vida los principios de la justicia, a fin de poder avanzar de fuerza en fuerza en el nombre del Señor. Debemos tener por muy sagrada la fe que fué confirmada por la instrucción y la aprobación del Espíritu de Dios desde nuestra primera experiencia hasta el tiempo actual. Hemos de tener por muy preciosa la obra que el Señor ha estado realizando por intermedio de su pueblo que observa los mandamientos y que, por el poder de su gracia, irá fortaleciéndose y haciéndose más eficiente a medida que transcurra el tiempo. El enemigo está procurando anublar el discernimiento de los hijos de Dios y debilitar su eficiencia, pero si ellos quieren trabajar como lo indica el Espíritu de Dios, abrirá delante de ellos puertas y oportunidades para reparar los muros antiguos asolados. Experimentarán un constante crecimiento hasta que el Señor descienda del cielo con poder y grande gloria para poner el sello del triunfo final sobre sus fieles. La obra que nos espera es de tal naturaleza que exigirá el ejercicio de toda facultad del ser humano. Exigirá el ejercicio de una fe enérgica y una vigilancia constante. A veces las dificultades que habremos de arrostrar serán muy descorazonadoras. La misma magnitud de la tarea nos espantará. Y sin embargo, con la ayuda de Dios, sus siervos triunfarán finalmente. “Por tanto—hermanos míos,—pido que no desmayéis” por los incidentes penosos que os esperan. Jesús estará con vosotros; irá delante de vosotros por su Espíritu Santo, preparando el camino; y será vuestro auxiliar en toda emergencia. “Por esta causa doblo mis rodillas al Padre de nuestro Señor Jesucristo, del cual es nombrada toda la parentela en los cielos y en la tierra, que os dé conforme a las riquezas de su gloria, el ser corroborados con potencia en el hombre interior por su Espíritu.” Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones; para que, arraigados y fundados en amor, podáis bien comprender con todos los santos cuál sea la anchura y la longura y la profundidad y la altura, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, por la potencia que obra en nosotros, a él sea gloria en la iglesia por Cristo Jesús, por todas edades del siglo de los siglos. Amén.” Efesios 3:13-21.*****
Me han impresionado profundamente las escenas que desfilaron últimamente delante de mí en las horas de la noche. Parecía que se realizaba en muchos lugares un gran movimiento, una obra de reavivamiento. Nuestro pueblo estrechaba sus filas en respuesta al llamamiento de Dios. Hermanos míos, el Señor nos está hablando. ¿No escucharemos su voz? ¿No aderezaremos nuestras lámparas, para actuar como hombres que esperan la venida de su Señor? El momento actual exige que llevemos la luz y actuemos.
Hermanos, “os ruego que andéis como es digno de la vocación con que sois llamados; con toda humildad y mansedumbre, con paciencia soportando los unos a los otros en amor; solícitos a guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” Efesios 4:1-3.