Hablar atractivamente del salvador
Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Efesios 4:29
Como seguidores de Cristo hemos de hacer que nuestras palabras sean motivos de ayuda y ánimo mutuos en la vida cristiana. Necesitamos hablar mucho más de lo que solemos de los capítulos preciosos de nuestra experiencia. Debiéramos hablar de la misericordia y la amante bondad de Dios, de la incomparable profundidad del amor del Salvador. Nuestras palabras debieran ser palabras de alabanza y agradecimiento. Si la mente y el corazón están llenos del amor de Dios, éste se revelará en la conversación.
No será un asunto difícil impartir aquello que forma parte de nuestra vida espiritual. Los grandes pensamientos, las nobles aspiraciones, las claras percepciones de la verdad, los propósitos altruistas, los anhelos de piedad y santidad, llevarán fruto en palabras que revelarán el carácter del tesoro del corazón. Cuando Cristo sea así revelado por nuestras palabras, éstas poseerán poder para ganar almas para él.
Hemos de hablar de Cristo a quienes no lo conocen. Hemos de obrar como lo hizo Cristo. Doquiera él estuviera: en la sinagoga, junto al camino, en un bote algo alejado de la tierra, en el banquete del fariseo o en la mesa del publicano, hablaba a la gente de las cosas concernientes a la vida superior. Relacionaba la naturaleza y los acontecimientos de la vida diaria con las palabras de verdad. El corazón de sus oyentes era atraído hacia él; porque él había sanado a sus enfermos, había consolado a los afligidos, y, tomando a sus niños en sus brazos, los había bendecido. Cuando él abría los labios para hablar, la atención se concentraba en él, y cada palabra era sabor de vida para vida para algún alma.
Así debe ser con nosotros. Doquiera estemos, hemos de procurar aprovechar las oportunidades que se nos presentan para hablar a otros del Salvador. Si seguimos el ejemplo de Cristo en hacer el bien, los corazones se nos abrirán como se le abrían a él. No bruscamente, sino con tacto impulsado por el amor divino, podremos hablarles de Aquel que es “señalado entre diez mil”, y “todo él codiciable”. Cantares 5:10, 16. Esta es la obra suprema en la cual podemos emplear el talento del habla. Dicho talento nos ha sido dado para que podamos presentar a Cristo como el Salvador que perdona el pecado.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 273, 274.
Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Efesios 4:29
Como seguidores de Cristo hemos de hacer que nuestras palabras sean motivos de ayuda y ánimo mutuos en la vida cristiana. Necesitamos hablar mucho más de lo que solemos de los capítulos preciosos de nuestra experiencia. Debiéramos hablar de la misericordia y la amante bondad de Dios, de la incomparable profundidad del amor del Salvador. Nuestras palabras debieran ser palabras de alabanza y agradecimiento. Si la mente y el corazón están llenos del amor de Dios, éste se revelará en la conversación.
No será un asunto difícil impartir aquello que forma parte de nuestra vida espiritual. Los grandes pensamientos, las nobles aspiraciones, las claras percepciones de la verdad, los propósitos altruistas, los anhelos de piedad y santidad, llevarán fruto en palabras que revelarán el carácter del tesoro del corazón. Cuando Cristo sea así revelado por nuestras palabras, éstas poseerán poder para ganar almas para él.
Hemos de hablar de Cristo a quienes no lo conocen. Hemos de obrar como lo hizo Cristo. Doquiera él estuviera: en la sinagoga, junto al camino, en un bote algo alejado de la tierra, en el banquete del fariseo o en la mesa del publicano, hablaba a la gente de las cosas concernientes a la vida superior. Relacionaba la naturaleza y los acontecimientos de la vida diaria con las palabras de verdad. El corazón de sus oyentes era atraído hacia él; porque él había sanado a sus enfermos, había consolado a los afligidos, y, tomando a sus niños en sus brazos, los había bendecido. Cuando él abría los labios para hablar, la atención se concentraba en él, y cada palabra era sabor de vida para vida para algún alma.
Así debe ser con nosotros. Doquiera estemos, hemos de procurar aprovechar las oportunidades que se nos presentan para hablar a otros del Salvador. Si seguimos el ejemplo de Cristo en hacer el bien, los corazones se nos abrirán como se le abrían a él. No bruscamente, sino con tacto impulsado por el amor divino, podremos hablarles de Aquel que es “señalado entre diez mil”, y “todo él codiciable”. Cantares 5:10, 16. Esta es la obra suprema en la cual podemos emplear el talento del habla. Dicho talento nos ha sido dado para que podamos presentar a Cristo como el Salvador que perdona el pecado.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 273, 274.