miércoles, 24 de abril de 2013

Nuestra Elevada Vocación.

Salvados por la gracia de Dios


Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios: no por obras, para que nadie se gloríe.
Efesios 2:8, 9.


El favor divino, la gracia de Dios derramada sobre nosotros mediante Jesucristo, es demasiado precioso para cambiarlo por cualquier obra supuestamente meritoria del hombre finito y sujeto a error. El hombre no tiene nada en sí mismo. El talento más exaltado no se origina en el hombre, sino que es el don de su Creador, y no puede comprar nada de Dios. El oro y la plata no pueden comprar el favor de Dios; porque la riqueza del mundo es un talento que Dios ha confiado. Nadie piense que costosas ofrendas hechas a empresas de bien lo elevarán ante la vista de Dios, o adquirirán por él el favor del cielo, o le procurarán un lugar en las mansiones que Cristo ha ido a preparar para aquellos que le aman. La preciosa sangre de Cristo es plenamente eficaz. ...


La resurrección de Cristo de entre los muertos fué el sello que puso el Padre a la misión de Cristo. Fué una expresión pública de su completa satisfacción por la obra expiatoria. Aceptó el sacrificio de Cristo hecho por nosotros. Fué todo lo que Dios requirió, perfecto y completo. Ningún ser humano mediante ninguna obra suya podría completar la obra de Cristo. Mientras pendía de la cruz, Jesús exclamó: “Consumado es”, y entonces el cielo se conmovió con expresiones de gloria y gozo, y el desconcierto se apoderó de la confederación del mal. Después de este grito triunfal, el Redentor del mundo inclinó su cabeza y murió, ... pero, mediante su muerte se convirtió en vencedor, y abrió las puertas de la gloria eterna para que todos los que crean en él, no perezcan, sino que tengan vida eterna.


La única esperanza del pecador descansa plenamente sobre Cristo. ... Nuestra aceptación por Dios es segura únicamente mediante su Hijo amado, y las buenas obras no son más que el resultado de la obra de su amor que perdona el pecado. No son un crédito para nosotros, y no se nos reconoce ninguna cosa por nuestras buenas obras, por las cuales podamos reclamar alguna parte para la salvación de nuestras almas. La salvación es el libre don hecho al creyente, que le es dado únicamente por intermedio de Cristo. El alma afligida puede encontrar paz mediante la fe en Cristo. ... No puede presentar sus buenas obras como un recurso para la salvación de su alma.—The Review and Herald, 29 de enero de 1895, pp. 65.

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