El martes 29 de julio de 2025, el Papa León XIV entró en el Vaticano al son de los gritos y cánticos de 120.000 jóvenes que cantaban al unísono la canción "Puede haber milagros cuando crees", tras la misa vespertina que inauguraba el Jubileo de la Juventud, una celebración de una semana para los jóvenes católicos. [1] La Plaza de San Pedro estalló en gritos, vítores y cánticos mientras la multitud daba la bienvenida al pontífice. La escena retrataba al Papa no como un humilde líder espiritual, sino como una figura mesiánica, casi una celebridad, que entraba en medio de una estruendosa alabanza —de una manera que recordaba inquietantemente la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén—, pero centrada en una figura humana, no en el Mesías mismo.
Mientras el Papa entraba, la multitud tocaba y cantaba la siguiente canción, tal vez sin saber a quién atribuían realmente las palabras la alabanza:
Cantaré al Señor, porque ha triunfado gloriosamente.
Cantaré al Señor, porque ha triunfado gloriosamente.
¿Quién como tú, oh Señor, entre los celestiales? ¿
Quién como tú, majestuoso en santidad?
En tu amor, guías al pueblo que redimiste.
En tu amor, guías al pueblo que redimiste.
Cantaré, cantaré, cantaré.
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