Usar bien el talento del habla
Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre. Salmos 45:2.
Mediante un esfuerzo diligente todos pueden adquirir la habilidad de leer inteligiblemente y hablar en un tono de voz fuerte, claro, sonoro, de un modo distinto e impresionante. Haciendo esto podemos aumentar grandemente nuestra eficiencia como obreros de Cristo.
Todo cristiano está llamado a dar a conocer a otros las inescrutables riquezas de Cristo; por lo tanto, debiera procurar la perfección en el habla. Debiera presentar la Palabra de Dios de un modo que la recomiende a sus oyentes. Dios no desea que sus intermediarios sean incultos. No es su voluntad que los seres humanos rebajen o degraden la corriente celestial que fluye por medio de él al mundo.
Debiéramos mirar a Jesús, el Modelo perfecto; debiéramos orar por la ayuda del Espíritu Santo, y con su fuerza tratar de educar todo órgano para hacer una obra perfecta.
La debida cultura y el uso de la facultad del habla es parte de todo ramo de servicio cristiano; entra en la vida familiar y en toda nuestra relación mutua. Hemos de acostumbrarnos a hablar en tonos agradables, a usar un lenguaje puro y correcto, y palabras bondadosas y corteses. Las palabras dulces, amables, son como el rocío y la suave lluvia para el alma. La Escritura dice de Cristo que la gracia fue derramada en sus labios, para que pudiera “hablar en sazón palabra al cansado”. Salmos 45:2; Isaías 50:4. —Palabras de Vida del Gran Maestro, 270, 271.
Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre. Salmos 45:2.
Mediante un esfuerzo diligente todos pueden adquirir la habilidad de leer inteligiblemente y hablar en un tono de voz fuerte, claro, sonoro, de un modo distinto e impresionante. Haciendo esto podemos aumentar grandemente nuestra eficiencia como obreros de Cristo.
Todo cristiano está llamado a dar a conocer a otros las inescrutables riquezas de Cristo; por lo tanto, debiera procurar la perfección en el habla. Debiera presentar la Palabra de Dios de un modo que la recomiende a sus oyentes. Dios no desea que sus intermediarios sean incultos. No es su voluntad que los seres humanos rebajen o degraden la corriente celestial que fluye por medio de él al mundo.
Debiéramos mirar a Jesús, el Modelo perfecto; debiéramos orar por la ayuda del Espíritu Santo, y con su fuerza tratar de educar todo órgano para hacer una obra perfecta.
Esto es especialmente cierto con respecto a quienes son llamados al ministerio público. Todo ministro y todo maestro deben recordar que están dando a la gente un mensaje que encierra intereses eternos. La verdad que prediquen los juzgará en el gran día del ajuste final de cuentas. Y en el caso de algunas almas, el modo en que se presente el mensaje determinará su recepción o rechazamiento. Entonces, háblese la palabra de tal manera que despierte el entendimiento e impresione el corazón. Lenta, distinta y solemnemente debiera hablarse la palabra, y con todo el fervor que su importancia requiere.
La debida cultura y el uso de la facultad del habla es parte de todo ramo de servicio cristiano; entra en la vida familiar y en toda nuestra relación mutua. Hemos de acostumbrarnos a hablar en tonos agradables, a usar un lenguaje puro y correcto, y palabras bondadosas y corteses. Las palabras dulces, amables, son como el rocío y la suave lluvia para el alma. La Escritura dice de Cristo que la gracia fue derramada en sus labios, para que pudiera “hablar en sazón palabra al cansado”. Salmos 45:2; Isaías 50:4. —Palabras de Vida del Gran Maestro, 270, 271.