Trabajar con Jesús para salvar a los         perdidos
He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Apocalipsis 22:12.
El Señor Jesús escudriñará cada talento, y esperará el interés en proporción a la cantidad de capital confiado. Por su propia humillación y agonía, Cristo ha pagado el precio de compra para nuestra salvación, y tiene derecho a nuestro servicio. El mismo nombre de siervo implica el hacer una tarea, el asumir una responsabilidad. Todas nuestras capacidades, todas nuestras oportunidades, nos han sido confiadas para que las desarrollemos sabiamente, para que Cristo pueda recibir lo que es suyo con intereses.
El Maestro celestial que ascendió a lo alto llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres y a las mujeres, tesoros divinos de verdad que deben presentarse a todo el mundo. ¿Qué uso estamos haciendo individualmente de esos dones, de esos talentos que tenemos en nuestras manos? ¿Somos semejantes al siervo malo y negligente, enterrando esos talentos en el mundo, donde no producen intereses para Dios? Nos incumbe a todos, con esmerada fidelidad, aprovechar los talentos que nos fueron confiados; porque los talentos aumentarán a medida que se usen para el bien de la humanidad y la gloria de Dios.
He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Apocalipsis 22:12.
El Señor Jesús escudriñará cada talento, y esperará el interés en proporción a la cantidad de capital confiado. Por su propia humillación y agonía, Cristo ha pagado el precio de compra para nuestra salvación, y tiene derecho a nuestro servicio. El mismo nombre de siervo implica el hacer una tarea, el asumir una responsabilidad. Todas nuestras capacidades, todas nuestras oportunidades, nos han sido confiadas para que las desarrollemos sabiamente, para que Cristo pueda recibir lo que es suyo con intereses.
El Maestro celestial que ascendió a lo alto llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres y a las mujeres, tesoros divinos de verdad que deben presentarse a todo el mundo. ¿Qué uso estamos haciendo individualmente de esos dones, de esos talentos que tenemos en nuestras manos? ¿Somos semejantes al siervo malo y negligente, enterrando esos talentos en el mundo, donde no producen intereses para Dios? Nos incumbe a todos, con esmerada fidelidad, aprovechar los talentos que nos fueron confiados; porque los talentos aumentarán a medida que se usen para el bien de la humanidad y la gloria de Dios.
        Cada alma debería buscar primero el reino de         Dios y su justicia. No debemos consumir toda la         fuerza del cerebro, de los huesos y los músculos         en intereses terrenales egoístas, porque si lo         hacemos, ponemos en peligro nuestros intereses         espirituales, y perderemos una eternidad de         felicidad. Todo el universo no caído está         interesado en la gran obra que Jesús vino a         realizar en nuestro mundo, precisamente la         salvación de nuestra alma. ¿Y no cooperaremos         los mortales de la tierra con nuestro Redentor,         que ha subido al cielo para interceder por         nosotros? ¿No mostraremos un celo especial, un         interés dedicado, en la obra que fue trazada en         el cielo para ser llevada adelante en el mundo         para el bien de hombres y mujeres? ¿Rehusaremos         nosotros, que hemos sido comprados con la sangre         preciosa de Cristo, hacer la obra que dejó en         nuestras manos, rechazando así cooperar con las         agencias celestiales en la obra de salvar a los         caídos? ¿No iremos aun hasta los fines de la         tierra para hacer que la luz de la verdad que         nos fue dada del cielo resplandezca sobre         nuestros semejantes?—The         Review and Herald, 24 de enero de 1893.
 
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