EL DEBER más sublime que incumbe a las jóvenes es el que han de cumplir en sus propios hogares, al beneficiar a sus padres, hermanos y hermanas con afecto y verdadero interés. Allí es donde se puede manifestar abnegación y olvido propio, al cuidar a los demás y actuar en su favor. Nunca degradará este trabajo a una mujer. Es el cargo más sagrado y elevado que ella pueda ocupar. ¡Qué influencia puede ejercer una hermana sobre sus hermanos! Si ella vive correctamente , puede determinar cuál será el carácter de sus hermanos. Sus oraciones, su amabilidad y su afecto pueden valerle mucho en una familia.
Hermana mía, estas nobles cualidades no pueden comunicarse a otras mentes, a menos que existan primero en la propia. El contentamiento de espíritu, el afecto, la amabilidad y la alegría del genio que manifieste a todo corazón le devolverán lo que Ud. de a los demás. Si Cristo no reina en el corazón, habrá descontento y deformidad moral. El egoísmo requerirá de los demás lo que no estamos dispuestos a darles.
No son solamente las obras y las batallas grandes las que prueban el alma y exigen valor. La vida diaria causa perplejidades, pruebas y desalientos. Es el trabajo humilde el que con frecuencia exige paciencia y fortaleza. Se necesitará confianza propia y resolución para afrontar y vencer todas las dificultades. Asegúrese de que el Señor esté con Ud, para que sea en todo lugar su consuelo ( Joyas de los testimonios , tomo 1 págs. 296, 297