Est. 3.
"Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. " (Apoc. 12: 17).
Mediante la reina Ester, el Señor llevó a cabo una gran liberación de su pueblo. En un momento cuando parecía que ningún poder podía salvarlo, Ester y las mujeres que la acompañaban, mediante el ayuno, la oración y la acción inmediata, enfrentaron el problema y trajeron salvación a su pueblo ( SDA Bible Commentary , tomo 3, pág. 1140).
Los momentos penosos que vivió el pueblo de Dios en tiempos de Ester no caracterizan sólo a esa época. . . El mismo espíritu que en siglos pasados indujo a los hombres a perseguir la iglesia verdadera, los inducirá en el futuro a seguir una conducta similar para con aquellos que se mantienen leales a Dios. . . El decreto que se promulgará finalmente contra el pueblo remanente de Dios será muy semejante al que promulgó Asuero contra los judíos. Hoy los enemigos de la verdadera iglesia ven en el pequeño grupo que observa el mandamiento del sábado, un Mardoqueo a la puerta. La reverencia que el pueblo de Dios manifiesta hacia su ley, es una reprensión constante para aquellos que han desechado el temor del Señor y pisotean su sábado. . . Hombres encumbrados y célebres se unirán con los inicuos y los viles para concertarse contra el pueblo de Dios. Las riquezas, el genio y la educación se combinarán para cubrirlo de desprecio. Gobernantes, ministros y miembros de la iglesia, llenos de un espíritu perseguidor, conspirarán contra ellos.
De viva voz y por la pluma, mediante jactancias, amenazas y el ridículo, procurarán destruir su fe. Por calumnias y apelando a la ira, algunos despertarán las pasiones del pueblo. No pudiendo presentar un "Así dicen las Escrituras" contra los que defienden el día de reposo bíblico, recurrirán a decretos opresivos para suplir la falta. A fin de obtener popularidad y apoyo, los legisladores cederán a la demanda por leyes dominicales. Pero los que temen a Dios no pueden aceptar una institución que viola un precepto del Decálogo. En este campo de batalla se peleará el último gran conflicto en la controversia entre la verdad y el error. Y no se nos deja en la duda en cuanto al resultado. Hoy, como en los días de Ester y Mardoqueo, el Señor vindicará su verdad y a su pueblo ( Profetas y Reyes , págs. 444, 445