"Seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que 
persevere hasta el fin, éste será salvo." (Mat. 10: 22). 
No debemos 
pensar que no podremos soportar la persecución. Tendremos que pasar por tiempos 
terribles. (Nota: *RH, 29-4-1890.) 
Las persecuciones que sufrieron los 
protestantes de 
parte del romanismo, y por las cuales la religión de Jesucristo casi llegó a ser 
aniquilada, serán sobrepasadas cuando se unan el protestantismo y el 
papado. (Nota: 
*M 30, 1889.) 
El pueblo de Dios que guarda los mandamientos, en lo 
sucesivo será puesto en la situación más angustiosa, pero todos los que han 
andado en la luz y la han difundido comprenderán que Dios interviene en su 
favor. Cuando todas las cosas parezcan más apremiantes, el Señor revelará su 
poder a sus fieles. 
Cuando la nación en favor de la cual Dios obrado de 
una manera tan maravillosa y a la cual ha protegido con el escudo de la 
Omnipotencia, abandone los principios protestantes y por medio de su 
legislatura dé protección y apoyo al romanismo para limitar la libertad 
religiosa, entonces Dios actuará con su propio poder en favor de su pueblo fiel. 
Se ejercerá la tiranía de Roma, pero Cristo será nuestro refugio. (Nota: *TM, 
207.) 
Cuando las iglesias principales de los Estados Unidos, uniéndose 
en puntos comunes de doctrina, influyan sobre el estado para que imponga los 
decretos y las instituciones de ellas, entonces la América protestante habrá formado una 
imagen de la jerarquía romana, y la inflicción de pena civiles contra los 
disidentes será el resultado inevitable. (Nota: *CS, 498.) 
Las 
Escrituras enseñan que el papado reconquistará su 
perdida supremacía, y que volverán a encenderse los fuegos de la persecución 
mediante las concesiones contemporizadoras del así llamado mundo protestante. En este tiempo de 
peligro podremos resistir únicamente en la medida en que tengamos la verdad y el 
poder de Dios. . . 
Las perspectivas de tener que enfrentar el peligro y 
las dificultades personales, no necesitan desanimarnos, sino que deberían avivar 
el vigor y las esperanzas del pueblo de Dios, porque el tiempo de peligro 
constituye la oportunidad de Dios para proporcionar una clara manifestación de 
su poder.193 (Nota: *MS2, 421, 422, 425