Dios ha dado su Palabra para que todos la investiguen, a fin de que
puedan conocer el camino de la vida. Nadie necesita errar, si tan sólo
quiere someterse a las condiciones impuestas en la Palabra de Dios para
la salvación. A todos se les concede el tiempo de gracia, a fin de que
todos puedan formar su carácter para la vida eterna. Se da a todos
oportunidad de decidirse por la vida o por la muerte. Los hombres serán
juzgados de acuerdo con la medida de luz que les haya sido dada. Ninguno
tendrá que dar cuenta de sus tinieblas y sus errores, si no le ha sido
comunicada la luz. No pecó al no poseer lo que no le fue dado. Todos
serán probados antes que Cristo abandone su puesto del lugar santísimo.
El tiempo de gracia de todos termina cuando él deja de interceder por
los pecadores, y se reviste de las vestiduras de venganza.
Muchos
opinan que será concedido un tiempo de gracia después que Jesús acabe
su obra de Mediador en el departamento santísimo. Este es un sofisma de
Satanás. Dios prueba al mundo por la luz que se complace en darle antes
de la venida de Cristo. Entonces se habrá formado el carácter para la
vida o la muerte. Pero el tiempo de gracia de aquellos que prefieran
vivir una vida de pecado, y descuidar
la gran salvación ofrecida, se cierra cuando cesa el ministerio de Cristo, precisamente antes de su aparición en las nubes de los cielos.
Las
personas que aman al mundo, cuyos ánimos son carnales y enemigos de
Dios, se harán la ilusión de que se les otorgará un tiempo de gracia
después que Cristo aparezca en las nubes de los cielos. El corazón
carnal, que es tan adverso a someterse y obedecer se verá seducido por
esta opinión placentera. Muchos permanecerán en seguridad carnal, y
continuarán en rebelión contra Dios lisonjeándose con la idea de que
habrá entonces un momento para arrepentirse del pecado, y que tendrán
oportunidad de aceptar la verdad que es ahora impopular, y que tanto
contraría sus inclinaciones y deseos naturales. Creen que aprovecharán
la oportunidad de salvarse cuando no tengan nada que aventurar ni que
perder al obedecer a Cristo y la verdad.
Testimonios para la Iglesia, Tomo 2, p. 609.