14 DE MARZO
Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro: no podéis servir a Dios y a Mammón.
Mateo 6:24.
Muchos están en el terreno encantado del enemigo. Cosas de ninguna importancia: necias fiestas sociales, el canto, las chanzas, las bromas, monopolizan sus mentes, y sirven a Dios con un corazón dividido. No es escuchada la declaración de Cristo: “Ningún hombre puede servir a dos señores”.—Manuscrito 38, 1890, pp. 2.
Una de las características más notables de los habitantes de la tierra que vivieron en los días de Noé, era la de su intensa mundanalidad. Ellos hicieron del comer y del beber, del comprar y del vender, del casarse y del darse en casamiento, el supremo objeto de su vida. El comer y el beber no son una cosa pecaminosa, sino la satisfacción de una necesidad, si aquello que es lícito no se lleva a un exceso. … Dios mismo instituyó el matrimonio cuando le dió Eva a Adán. Las leyes de Dios están maravillosamente adaptadas para satisfacer la naturaleza del hombre. El pecado de los antediluvianos consistió en pervertir lo que en sí mismo era lícito. Corrompieron los dones de Dios al usarlos para satisfacer sus deseos egoístas. …
El excesivo amor y devoción hacia aquello que en sí mismo es lícito, ha resultado en la ruina de miles y miles de almas. A menudo se le concede a cosas sin importancia la potencia del intelecto, que debiera dedicarse íntegramente a Dios. Siempre debemos precavernos contra el peligro de llevar a un exceso aquello que, correctamente usado, es legítimo. Muchas almas se pierden por dedicarse a aquellas cosas que, manejadas con propiedad, son inofensivas, pero que, pervertidas y usadas desaprensivamente, se convierten en pecaminosas y desmoralizadoras.—Manuscrito 24, 1891, pp. 13, 14.
Si estamos continuamente pensando en las cosas que son de esta vida, y esforzándonos por poseerlas, no podemos mantener nuestros pensamientos fijos en las cosas del cielo. Satanás está procurando apartar nuestras mentes de Dios y centrarlas en las modas, las costumbres y las exigencias del mundo, que producen enfermedad y muerte. …
Dios quiere que empleemos todas nuestras facultades para ayudar y bendecir a nuestros semejantes. El pide nuestros mejores afectos, nuestras facultades más elevadas.—Manuscrito 29, 1886, pp. 1, 2.
Nuestra Elevada Vocacion, p.81.