Título del libro: Ser Semejante a Jesús La desobediencia indica rebelión, 19 de febrero
De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Mateo 5:19. Cualquiera que deliberadamente quebranta un mandamiento, no guarda ninguno de ellos en espíritu ni en verdad. “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”. Santiago 2:10. No es la magnitud del acto de desobediencia lo que constituye el pecado, sino el desacuerdo con la voluntad expresa de Dios en el detalle más mínimo, porque demuestra que todavía hay comunión entre el alma y el pecado. El corazón está dividido en su servicio. Niega realmente a Dios, y se rebela contra las leyes de su gobierno. Si los hombres y las mujeres estuviesen en libertad para apartarse de lo que requiere el Señor y pudieran fijarse una norma de deberes, habría una variedad de normas que se ajustarían a las diversas mentes y se quitaría el gobierno de las manos de Dios. La voluntad de los seres humanos se haría suprema, y la voluntad santa y altísima de Dios, sus fines de amor hacia sus criaturas, no serían honrados ni respetados. Siempre que los seres creados escogen su propia senda, se oponen a Dios. No tendrán lugar en el reino de los cielos, porque guerrean contra los mismos principios del cielo. Al despreciar la voluntad de Dios, se sitúan en el partido de Satanás, el enemigo de Dios y de la humanidad. No por una palabra, ni por muchas palabras, sino por toda palabra que ha hablado Dios, viviremos. No podemos despreciar una sola palabra, por pequeña que nos parezca, y estar libres de peligro. No hay en la ley un mandamiento que no sea para el bienestar y la felicidad de los hombres y las mujeres, tanto en esta vida como en la venidera. Al obedecer la ley de Dios, sus hijos quedan rodeados de un muro que los protege del mal. Quienes derriban en un punto esta muralla edificada por Dios, destruyen la fuerza de ella para protegerlos, porque abren un camino por donde puede entrar el enemigo para destruir y arruinar. Al osar despreciar la voluntad de Dios en un punto, nuestros primeros padres abrieron las puertas a las desgracias que inundaron el mundo. Toda persona que siga su ejemplo cosechará resultados parecidos. El amor de Dios es la base de todo precepto de su ley, y los que se aparten del mandamiento labran su propia desdicha y su ruina.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 48, 49.