Se
me mostró la magnitud e importancia de la obra que nos espera. Pero son
pocos los que se dan cuenta del verdadero estado de las cosas. Todos
los que están dormidos y no pueden comprender la necesidad de vigilancia
y alarma, serán vencidos. Los jóvenes se están levantando para entrar
en la obra de Dios; algunos de ellos comprenden apenas el carácter
sagrado y la responsabilidad de la obra. Tienen poca experiencia en el
ejercicio de la fe y en el anhelo y hambre del Espíritu de Dios que
siempre producen resultados. Algunos hombres de capacidad, que podrían
desempeñar puestos importantes, no saben qué espíritu los anima. La
liviandad les es tan natural como lo es para el agua correr hacia abajo.
Hablan de insensateces y bromean con niñas, mientras casi diariamente
oyen las verdades más solemnes y conmovedoras. Estos hombres tienen una
religión meramente intelectual, pero su corazón no está santificado por
las verdades que oyen. Los tales no pueden conducir a otros a la Fuente
de aguas vivas antes de haber bebido de sus raudales ellos mismos.
No
es éste un tiempo que se pueda dedicar a la liviandad, la vanidad o las
trivialidades. Las escenas de la historia de esta tierra están por
clausurarse. Las mentes a las cuales se les ha permitido alimentar
pensamientos degradantes necesitan transformarse. Dice el apóstol Pedro:
“Teniendo los lomos de vuestro entendimiento ceñidos, con templanza,
esperad perfectamente en la gracia que os es presentada cuando
Jesucristo os es manifestado: como hijos obedientes, no conformándoos
con los deseos que antes teníais estando en vuestra
ignorancia; sino como aquel que os ha llamado es santo, sed también
vosotros santos en toda conversación: porque escrito está: Sed santos,
porque yo soy santo.” 1 Pedro 1:13-16.
Los
pensamientos deben concentrarse en Dios. Deben sujetarse en obediencia a
la voluntad del Señor. No se deben tributar ni esperar alabanzas,
porque esto tendería a fomentar en los hombres la confianza en sí mismos
más bien que a aumentar su humildad; a corromperlos más bien que a
purificarlos. Los que están realmente preparados y sienten que deben
desempeñar una parte en relación con la obra de Dios, se sentirán
oprimidos por su comprensión del carácter sagrado de la obra, como un
carro bajo las gavillas. Ahora es el momento de hacer los esfuerzos más
fervientes para vencer los sentimientos naturales del corazón carnal.