Cuando mi voluntad es segura
Mas ahora, librados del pecado, y hechos siervos a Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y por fin la vida eterna. Romanos 6:22.
El Espíritu de Dios no crea nuevas facultades en el hombre convertido, sino que obra un cambio decidido en el empleo de aquellas facultades. Cuando se efectúa un cambio en la mente, en el corazón y en el alma, al hombre no se le da una nueva conciencia, sino que su voluntad queda sometida a una conciencia renovada, a una conciencia cuyas sensibilidades adormecidas son despertadas por la obra del Espíritu Santo.—Carta 44, 1899, pp. 1.
Al someterse al pecado, el hombre coloca su voluntad bajo el control de Satanás. Se convierte en un cautivo impotente del poder del tentador. Dios envió a su Hijo al mundo para romper el poder de Satanás, y para emancipar la voluntad del hombre. Lo envió a proclamar libertad a los cautivos, para aliviar las pesadas cargas, y para libertar al oprimido. Al derramar todo el tesoro del cielo en este mundo, al darnos en Cristo a todo el cielo, Dios ha comprado la voluntad, los afectos, la mente, y el alma de cada ser humano. Cuando el hombre se coloca bajo el control de Dios, la voluntad adquiere fuerza y fortaleza para obrar el bien, el corazón es limpiado de egoísmo, y llenado del amor de Cristo. La mente se somete a la autoridad de la ley del amor y cada pensamiento es sometido a la obediencia de Cristo.—Manuscrito 21, 1900, pp. 3, 4.
Cuando se pone la voluntad del lado del
Señor, el Espíritu Santo se posesiona de aquella voluntad y la hace una con la
voluntad divina.
El Señor ama al hombre. El ha dado evidencia de este amor dando a su Hijo unigénito para que muriera por el hombre, para poder, mediante su gracia, redimirlo de su hostilidad hacia Dios, y conducirlo a la lealtad a él. Si el hombre quiere colaborar con Dios, el Señor pondrá la voluntad humana en relación con él, y la vitalizará por su propio Espíritu. ... El Evangelio debe ser recibido para regenerar el corazón, y la recepción de la verdad significará la entrega de la mente y la voluntad a la voluntad del poder divino.—Carta 44, 1899, pp. 3.
La voluntad del hombre está segura, únicamente cuando se une con la voluntad de Dios.—Carta 22, 1896, pp. 6.
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