Talentos para todos
Porque el reino de los cielos es como un hombre que partiéndose lejos llamó a sus siervos, y les entregó sus bienes. Y a éste dió cinco talentos, y al otro dos, y al otro uno: a cada uno conforme a su facultad; y luego se partió lejos. Mateo 25:14, 15.
Dios no les ha dado talentos solamente a unos pocos escogidos, sino a todos les ha confiado algún don peculiar para que sea utilizado en su servicio. Muchos a quienes el Señor ha concedido preciosos talentos han rehusado emplearlos para el adelantamiento del reino de Dios; sin embargo, son responsables delante de Dios por el uso de sus dones. Todos ... son poseedores de algún don, cuyo uso debido le dará gloria a Dios y cuyo uso pervertido le robará al Dador. ...
La familia humana está compuesta de entes morales responsables, y desde el más elevado y más dotado hasta el más inferior y oscuro, todos están investidos con los dones del cielo. El tiempo es un don que Dios ha dado, y debe empleárselo diligentemente en el servicio de Cristo. La influencia es un don de Dios, y debe ejercerse para fomentar los propósitos más elevados y nobles. ... El intelecto es un talento confiado. La simpatía y los afectos son talentos que deben considerarse sagrados y aprovecharse, para que podamos prestarle servicio a Aquel cuya posesión adquirida somos.
Todo lo que somos o podemos ser pertenece a Dios. La educación, la disciplina, y la habilidad en cada cosa deberían usarse para él. El capital es suyo, y su acrecentamiento es el interés que le corresponde por derecho al Maestro. Sea grande o pequeña la cantidad confiada el Señor requiere que sus mayordomos hagan lo mejor posible. No es la cantidad confiada o el aprovechamiento realizado lo que proporciona a los hombres la aprobación del cielo, sino que es la fidelidad, la lealtad a Dios, el servicio prestado, lo que recibe la bendición divina: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu Señor”. Vers. 23. Esta recompensa gozosa no espera hasta que entremos a la ciudad de Dios, puesto que el siervo fiel tiene un goce anticipado de ella aun en esta vida.—The Signs of the Times, 23 de enero de 1893.
Porque el reino de los cielos es como un hombre que partiéndose lejos llamó a sus siervos, y les entregó sus bienes. Y a éste dió cinco talentos, y al otro dos, y al otro uno: a cada uno conforme a su facultad; y luego se partió lejos. Mateo 25:14, 15.
Dios no les ha dado talentos solamente a unos pocos escogidos, sino a todos les ha confiado algún don peculiar para que sea utilizado en su servicio. Muchos a quienes el Señor ha concedido preciosos talentos han rehusado emplearlos para el adelantamiento del reino de Dios; sin embargo, son responsables delante de Dios por el uso de sus dones. Todos ... son poseedores de algún don, cuyo uso debido le dará gloria a Dios y cuyo uso pervertido le robará al Dador. ...
La familia humana está compuesta de entes morales responsables, y desde el más elevado y más dotado hasta el más inferior y oscuro, todos están investidos con los dones del cielo. El tiempo es un don que Dios ha dado, y debe empleárselo diligentemente en el servicio de Cristo. La influencia es un don de Dios, y debe ejercerse para fomentar los propósitos más elevados y nobles. ... El intelecto es un talento confiado. La simpatía y los afectos son talentos que deben considerarse sagrados y aprovecharse, para que podamos prestarle servicio a Aquel cuya posesión adquirida somos.
Todo lo que somos o podemos ser pertenece a Dios. La educación, la disciplina, y la habilidad en cada cosa deberían usarse para él. El capital es suyo, y su acrecentamiento es el interés que le corresponde por derecho al Maestro. Sea grande o pequeña la cantidad confiada el Señor requiere que sus mayordomos hagan lo mejor posible. No es la cantidad confiada o el aprovechamiento realizado lo que proporciona a los hombres la aprobación del cielo, sino que es la fidelidad, la lealtad a Dios, el servicio prestado, lo que recibe la bendición divina: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu Señor”. Vers. 23. Esta recompensa gozosa no espera hasta que entremos a la ciudad de Dios, puesto que el siervo fiel tiene un goce anticipado de ella aun en esta vida.—The Signs of the Times, 23 de enero de 1893.
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