jueves, 12 de diciembre de 2013

Nuestra Elevada Vocación.

¿Abriréis la puerta?

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Apocalipsis 3:20.

Jesús dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo”. ¿Lo dejaremos entrar? El no nos dejaría estar en este tiempo, entre los peligros de los últimos días, con nuestra propia fuerza finita. ... Es nuestro privilegio andar a la luz de su presencia, y de tejer en los caracteres que estamos formando los dorados hilos de gozo, gratitud, paciencia y amor. Así podemos mostrar el poder de la gracia divina, y reflejar la luz del cielo en medio de los enojos y las irritaciones que encontramos día a día. ... Entonces, ¿por qué vamos tropezando sin luz?—The Review and Herald, 24 de noviembre de 1885. ...

Cada advertencia, reproche, y súplica que aparecen en la Palabra de Dios, o que son dados mediante sus mensajeros delegados, es un golpe que se da en la puerta del corazón, es la voz de Jesús que pide entrada. Con cada golpe que no se atiende, nuestra determinación a abrir llega a ser cada vez más débil. Si no se atiende en seguida la voz de Jesús, se confunde con una multitud de otras voces, los cuidados y los negocios mundanales distraen la atención, y la convicción muere. El corazón se hace menos impresionable, y cae en una peligrosa inconsciencia en cuanto a la escasez del tiempo y de la gran eternidad que está más allá.—The Review and Herald, 2 de noviembre de 1886.

Muchos tienen tanta escoria apilada a la puerta del corazón que no pueden dejar entrar a Jesús. Unos tienen que arreglar dificultades entre ellos y sus hermanos, otros tienen mal carácter, orgullo y codicia; y en otros casos es el amor al mundo el que impide la entrada. Todo esto debe quitarse antes de que puedan abrir la puerta y dar la bienvenida al Salvador. Cuán preciosa es la promesa: “Entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. ¡Oh, el amor, el maravilloso amor de Dios! Después de toda nuestra tibieza y pecados dice: Vuelve a mí y yo volveré a ti, y sanaré todas tus rebeliones.—The Review and Herald, 4 de septiembre de 1883.
Nuestra obra consiste en abrir la puerta del corazón y dejar que Jesús entre. El está llamando para entrar. ... ¿Abriréis la puerta? Jesús está a la puerta de nuestro corazón. Dejadlo entrar como un huésped celestial.—Carta 110, 1893.

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