Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. Mateo 5:18.
Cuando Cristo inició su campaña, Satanás le salió al encuentro y le disputó cada centímetro de terreno, ejerciendo al máximo su poder para vencerlo. Muchas cosas estaban implicadas en ese conflicto. Intereses vitales estaban en juego. Los interrogantes que había que responder eran: “¿Es imperfecta la ley de Dios y es necesario enmendarla o abrogarla? O, en cambio, ¿es inmutable? ¿Es estable el gobierno de Dios, o necesita algunas rectificaciones?” No sólo en presencia de los que vivían en la ciudad de Dios había que responder a esas preguntas, sino ante los habitantes de todo el universo celestial...
Desde el pesebre hasta la cruz Satanás persiguió al Hijo de Dios. Las tentaciones se acumularon sobre él como una tempestad. Pero cuanto más fiero era el conflicto más se familiarizaba con las tentaciones que asedian a los hombres, y más preparado estaba para socorrer a los tentados.
La dureza de la prueba por la cual tuvo que pasar Cristo guardaba proporción con el objeto que había que ganar o perder mediante su éxito o su fracaso. No estaba en juego sólo el interés de un mundo. Este planeta era el campo de batalla, pero todos los mundos que Dios ha creado se verían afectados por el resultado del conflicto... Satanás trató de causar la impresión de que estaba trabajando por la libertad del universo. Incluso cuando Cristo estaba en la cruz, el enemigo decidió imprimir a sus argumentos tal alteración, tanto engaño, un carácter tan insidioso, que todos se convencieran de que la ley de Dios es tiránica. El mismo trazó todo plan, ideó todo mal, encendió toda mente para causar aflicción a Cristo. El mismo instigó las falsas acusaciones que se lanzaron contra Aquel que sólo había obrado el bien. El mismo inspiró los crueles actos que añadieron sufrimientos al puro, santo e inocente Hijo de Dios.
Mediante su conducta Satanás forjó una cadena con la cual él mismo será encadenado. El universo celestial será testigo de cuán justo es Dios al castigarlo. El cielo mismo vio lo que hubiera llegado a ser, si Satanás hubiera estado en él...
No sólo en las mentes de unas pocas criaturas finitas que habitan este mundo, sino en las de todos los habitantes del universo celestial, ha quedado establecida la inmutabilidad de la ley de Dios... A una voz alaban a Dios por su justicia, misericordia, abnegación y equidad.—Manuscrito 1, del 6 de enero de 1902, “La justicia de Dios”.
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