domingo, 11 de febrero de 2018

El nombre de nuestra organización


Recibí una revelación acerca de la adopción de un nombre por parte del pueblo remanente. Se me mostraron dos clases de personas. Una abarcaba las grandes organizaciones cuyos miembros profesan ser cristianos. Estos hollaban la ley de Dios bajo sus pies y se postraban ante una institución papal. Observaban el primer día de la semana como día de reposo del Señor. La otra clase, en la cual había pocas personas, se prosternaba ante el gran Legislador. Observaba el cuarto mandamiento. Los rasgos peculiares y prominentes de su fe eran la observancia del séptimo día y la espera del aparecimiento de nuestro Señor en el cielo...
No podríamos elegir un nombre más apropiado que el que concuerda con nuestra profesión, expresa nuestra fe y nos señala como pueblo peculiar. El nombre adventista del séptimo día es una reprensión permanente para el mundo protestante. En él se halla la línea de demarcación entre los que adoran a Dios y los que adoran a la bestia y reciben su marca. El gran conflicto se desarrolla entre los mandamientos de Dios y los requisitos de la bestia. Debido a que los santos guardan los diez mandamientos en su totalidad, el dragón guerrea contra ellos. Si quisieran arriar el estandarte y renunciar a las peculiaridades de su fe, el dragón se aplacaría, porque excitan su ira, porque se atreven a levantar el estandarte y a desplegar su bandera en oposición al mundo protestante que adora la institución del papado.
El nombre adventista del séptimo día presenta los verdaderos rasgos de nuestra fe, y convencerá a la mente inquisidora. Como una saeta del carcaj del Señor, herirá a los transgresores de la ley de Dios, e inducirá al arrepentimiento para con Dios y a la fe en nuestro Señor Jesucristo.
Me fue mostrado que casi todo fanático que surge y que desea ocultar sus sentimientos a fin de arrastrar a otros, asevera pertenecer a la iglesia de Dios. Un nombre tal suscitaría enseguida sospechas, porque se emplea para ocultar los errores más absurdos. Este nombre es demasiado indefinido para el pueblo remanente de Dios. Provocaría la sospecha de que tenemos una fe que procuramos encubrir (Joyas de los testimonios, tomo 1, págs. 80, 81. Publicado por primera vez en 1861).
Somos adventistas del séptimo día. ¿Estamos avergonzados de nuestro nombre? Contestamos: ¡No, no! No nos avergonzamos de él. Es el nombre que el Señor nos ha dado. Señala la verdad que ha de probar a las iglesias (Carta 110. Escrita el 7 de julio de 1902).
Somos adventistas del séptimo día, y nunca debemos estar avergonzados de este nombre. Como pueblo debemos tomar una posición firme en favor de la verdad y la justicia. Así glorificaremos a Dios. Seremos librados de los peligros y no seremos entrampados ni corrompidos por ellos. Para que esto pueda ocurrir, debemos mirar siempre a Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe (Carta 106. Escrita el 20 de mayo de 1903

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