Necesitamos estar anclados en Cristo, arraigados y edificados en la fe. Satanás obra mediante sus agentes. Escoge a los que no han estado bebiendo de las aguas vivas, cuyas almas están sedientas de algo nuevo y extraño, y que siempre están dispuestos a beber de cualquier fuente que se presente. Se oirán voces que dirán: "He aquí, el Cristo", o "Allá está"; pero no debemos creer en ellas. Tenemos la evidencia inconfundible de la voz del Pastor verdadero, y él nos llama a que lo sigamos. Dice "He guardado los mandamientos de mi Padre". Dirige a sus ovejas por la senda de la humilde obediencia a la ley de Dios, pero nunca las anima a transgredir esa ley.
Nadie debe engañarse. La ley de Dios es tan sagrada como su trono, y por ella será juzgado cada hombre que viene a este mundo. No hay otra norma por la cual se pruebe el carácter. "Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido". Ahora bien, ¿se decidirá el caso de acuerdo con la Palabra de Dios, o se confiará en las pretensiones humanas? Cristo dice: "Por sus frutos los conoceréis". Si aquellos por medio de los cuales se hacen curaciones están dispuestos, a causa de dichas manifestaciones [maravillas], a excusar su descuido de la ley de Dios y continúan en la desobediencia, aunque tengan poder, y éste sea muy amplio, esto no significa que tienen el poder de Dios. Al contrario, es el poder milagroso del gran engañador. El es transgresor de la ley moral, y usa toda artimaña que pueda dominar para que los hombres no reconozcan su verdadero carácter. Se nos advierte que en los últimos días obrará mediante señales y prodigios mentirosos. Y continuará con estos prodigios hasta la terminación del tiempo de gracia para desplegarlos como una evidencia de que es un ángel de luz y no de tinieblas.
Hermanos, debemos estar alerta contra la falsa santidad que permite transgredir la ley de Dios. Los que pisotean esa ley no pueden ser santificados, y se juzgan a sí mismos con una norma de su propia invención (RH 17-11-1885).
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