domingo, 14 de junio de 2020

DEVOCIONAL RECIBIRÉIS PODER "Misión global: el espíritu abre las puertas", 14 de junio



Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin. Mateo 24:14. El campo es el mundo. Nosotros sabemos esto mucho mejor que los propios discípulos, quienes recibieron personalmente la orden de predicar el evangelio a toda criatura. Todo el planeta es un vasto campo misionero, y aunque hayamos estado establecidos en la verdad desde hace mucho tiempo, deberíamos animarnos con el pensamiento de que los territorios a los cuales la verdad tuvo dificultades para penetrar, ahora están abiertos. Cada iglesia debería buscar cuidadosamente la manera de crecer en celo y en actividad. Todos deberían orar para que la indiferencia que ha sido motivo para que hombres y recursos no sean empleados en el servicio de la obra, se elimine para que Cristo pueda habitar en cada creyente. Por amor a nosotros se hizo pobre a fin de que mediante su pobreza podamos ser enriquecidos. La obra del Espíritu Santo consiste en convencer del pecado, y yo sé que algunos pecamos al ser indiferentes. Mientras observamos los territorios en que hemos penetrado, no podemos menos que exclamar: “¡Lo que Dios ha hecho!” ¿Qué más podría haber realizado por su viña, además de lo que ya hizo? Proveyó su rica gracia a fin de concedernos el poder divino para hacer avanzar su obra. No hay nada que Dios haya dejado realizar. Lo que falta, corresponde a los agentes humanos que rehúsan cooperar con las inteligencias divinas. En el plan que él proyectó, nada más puede llevarse a cabo en favor de la salvación del pecador, salvo a través de la cooperación del hombre. Los que han sido bendecidos con la luz y las evidencias, saben que sólo por intermedio de la gracia que les es otorgada pueden cumplir con las condiciones establecidas para la salvación. También son conscientes de que los que rehúsan hacer su parte, serán culpables de su propia destrucción. En esos casos podemos decir que Cristo murió en vano. ¿Quién es responsable por la pérdida de los que no conocen a Dios por falta de oportunidad de haber escuchado los fundamentos de nuestra fe? ¿Qué culpabilidad tiene la iglesia con relación al mundo que perece sin conocer el evangelio? A menos que haya un mayor renunciamiento propio por parte de los que dicen creer la verdad, y que se practique una mayor fidelidad en la devolución de los diezmos y ofrendas que deben ser depositados en la tesorería, y a menos que se hagan planes mucho más amplios que los que se han estado realizando, no estaremos cumpliendo con la comisión evangélica de ir a todo el mundo para predicar a Cristo a cada criatura.—The Home Missionary, 1 de abril de 1895.

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