Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos.
Todo cristiano tiene la oportunidad no solo de esperar, sino de apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo. Si todos los que profesan el nombre de Cristo llevaran fruto para su gloria, cuán prontamente se sembraría en todo el mundo la semilla del Evangelio. Rápidamente maduraría la gran cosecha final y Cristo vendría para recoger el precioso grano.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 47-48 (1900). Mediante la proclamación del Evangelio al mundo, está a nuestro alcance apresurar la venida de nuestro Señor. No solo hemos de esperar la venida del día de Dios, sino apresurarla.—El Deseado de Todas las Gentes, 587 (1898). Nos permite que, por la cooperación con él, acabemos con esta escena de miseria.—La Educación, 257 (1903).
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