Aquellos que se sienten con libertad para cuestionar la Palabra de Dios, para dudar de todo cada vez que haya la oportunidad de manifestar incredulidad, encontrarán que se requerirá una tremenda lucha para ejercer fe cuando llegue la prueba. Será casi imposible vencer la influencia que domina a la mente que ha sido educada en la línea de la incredulidad, porque mediante este curso [de acción] el alma se encuentra amarrada a la trampa de Satanás y llega a ser impotente para romper la terrible red que ha sido tejida cada vez más cerca del alma.
Al asumir una posición de duda, el hombre llama en su auxilio a las agencias de Satanás. Pero la única esperanza de alguien que ha sido educado en la línea de la incredulidad, es caer totalmente impotente ante el Salvador y, como un niño, someter su voluntad y sus caminos a Cristo para que él pueda sacarlo de las tinieblas y conducirlo a su maravillosa luz. El hombre no tiene poder para recobrarse de la trampa de Satanás. El que se educa en la línea de cuestionar, dudar y criticar, se fortalece en la infidelidad.—Manuscrito 3, 1895.
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