Las ciudades de las naciones serán tratadas con estrictez, y sin embargo, no serán visitadas con la extrema indignación de Dios, porque algunas almas renunciarán a los engaños del enemigo, y se arrepentirán y convertirán.—El Evangelismo, 25 (1906).
La oscuridad espiritual que cubre a todo el mundo se intensifica en los centros congestionados de población. El obrero evangélico encuentra la mayor impenitencia y la más grande necesidad en las ciudades de las naciones. Y en estas mismas ciudades se les presentan a los ganadores de almas algunas de las mayores oportunidades. Mezclados con las multitudes que no piensan en Dios ni en el cielo, hay muchos que ansían luz y pureza de corazón. Aun entre los descuidados e indiferentes hay muchos cuya atención puede ser atraída por una revelación del amor de Dios hacia el alma humana.—The Review and Herald, 17 de noviembre de 1910.
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