No seamos simuladores
De cierto, de cierto os digo: el que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y mayores que éstas hará; porque yo voy al Padre. Juan 14:12.
Los cristianos deben ser los representantes de Jesucristo; no han de ser simuladores. ¿Tendrá el mundo que formar su concepto de Dios guiado por la conducta de aquellos que únicamente toman el nombre de Cristo y no hacen sus obras? ¿Señalarán a aquellos que pretenden ser creyentes, pero que no lo son de corazón, quienes traicionan las verdades sagradas, y hacen las obras del enemigo, y dirán: “Oh, esos son cristianos y engañan y mienten, y no se puede confiar en ellos”? Esos no son los que en verdad representan a Dios. Pero Dios no dejará que el mundo sea engañado. El Señor tiene un pueblo peculiar sobre la tierra y no se avergüenza de llamarlos hermanos, porque hacen las obras de Cristo. Manifiestan que aman a Dios, porque guardan sus mandamientos. Llevan la imagen divina, son un espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres.—The Review and Herald, 29 de enero de 1895.
La recompensa, las glorias del cielo
derramadas sobre los vencedores, serán proporcionales al grado en el cual hayan
representado el carácter de Cristo ante el mundo. “El que siembra escasamente,
también segará escasamente”. 2
Corintios 9:6. Gracias a Dios porque es nuestro privilegio sembrar sobre
la tierra la semilla que producirá frutos para la eternidad. La corona de vida
será brillante o tenue, relumbrará con muchas estrellas, o será alumbrada por
unas pocas gemas, de acuerdo con lo que haya sido nuestra conducta. Día a día
debemos colocar un buen fundamento para que resista en el tiempo por venir.
Tendremos acceso a la recompensa del premio mediante la abnegación, por el
ejercicio del espíritu misionero, haciendo todas las buenas obras posibles en
nuestra vida, procurando representar a Cristo de tal manera en nuestro carácter
que logremos ganar muchas almas para la verdad.
De nosotros depende andar en la luz, obtener el máximo de cada oportunidad y privilegio, crecer en gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, y así haremos las obras de Cristo, y nos aseguraremos tesoros en el cielo.—Ibid.