Aprendamos a orar
Señor, enséñanos a orar. Lucas 11:1.
Cristo no dió esta oración (el Padrenuestro, Lucas 11:2-4) para que los hombres la repitieran como mera fórmula. La dió como una ilustración de lo que debieran ser nuestras oraciones: sencillas, fervientes y abarcantes.—Manuscrito 23, 1899.
Se ofrecen muchas oraciones sin fe. Se usa un conjunto ordenado de palabras, pero carecen de una verdadera insistencia. Estas oraciones son dudosas y vacilantes. No proporcionan alivio a aquellos que las ofrecen, ni tampoco consuelo y esperanza a los demás. Se ofrece la forma de la oración, pero se carece del espíritu, lo cual demuestra que el peticionante no siente su necesidad. ...
Aprended a hacer oraciones cortas y al punto, pidiendo justamente lo que necesitáis. Aprended a orar en voz alta cuando únicamente Dios puede oíros. No ofrezcáis simulacros de oración, sino peticiones fervientes y sentidas que expresen el hambre del alma por el pan de vida. Si oráramos más en secreto, seríamos capaces de orar con más inteligencia en público. Se terminarían esas oraciones dudosas y vacilantes. Y cuando nos uniéramos con nuestros hermanos en el culto público, podríamos añadir interés a la reunión, porque llevaríamos con nosotros algo de la atmósfera del cielo, y nuestro culto sería una realidad y no una mera fórmula. ... Si el alma no se derrama en oración en el lugar secreto y mientras está empeñada en los negocios del día, lo pondrá de manifiesto en el culto de oración. ...
La vida del alma depende de la comunión habitual con Dios. Sus necesidades se manifiestan y el corazón se abre para recibir nuevas bendiciones. La gratitud fluye de los labios verdaderos, y el alivio que se recibe de Jesús se manifiesta en las palabras, en las obras de bondad activa y en la devoción pública. Hay amor a Jesús en el corazón; y donde existe el amor, no será reprimido, sino que se expresará a sí mismo. La oración secreta sustenta esta vida interior. El corazón que ama a Dios deseará tener comunión con él, y confiará en él con una santa confianza.
Aprendamos a orar con inteligencia, expresando nuestros pedidos con claridad y precisión. Oremos ... como sintiendo lo que pedimos. “La oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho”. Santiago 5:16.—The Review and Herald, 22 de abril de 1884.