La crítica no es nuestra obra
La envidia y los celos son enfermedades que alteran todas las facultades del ser. Se originaron con Satanás en el paraíso. ... Aquellos que escuchan su voz, rebajarán a otros, y los desfigurarán y falsificarán a fin de hacerse la propaganda a sí mismos. Pero ninguna cosa que contamina puede entrar en el cielo; a menos que aquellos que fomenten este espíritu sean cambiados, nunca podrán entrar allí, porque criticarían a los mismos ángeles. Envidiarían la corona de otro. No sabrían de qué hablar, a menos que pudieran traer a consideración los errores y las imperfecciones de los demás.
¡Ojalá que los tales puedan ser transformados contemplando a Cristo! ¡Ojalá que lleguen a ser mansos y humildes aprendiendo de él! Ellos podrían salir, no como misioneros de Satanás, para causar desunión y alejamiento, para quebrantar y mutilar el carácter, sino como misioneros de Cristo, para ser pacificadores y restaurar. Dejad que el Espíritu Santo entre y expulse esta pasión no santificada, que no puede sobrevivir en el cielo. Dejad que muera; dejad que sea crucificada. Abrid el corazón a los atributos de Cristo, quien fué santo, inocente y puro.
La Palabra de Dios exhorta: “Amandoos fraternalmente, misericordiosos, amigables”. 1 Pedro 3:8. El verdadero valor moral no busca hacer un lugar para sí mismo causando y hablando el mal y despreciando a otros. Toda envidia, todo celo, toda crítica, toda incredulidad, deben ser alejadas de los hijos de Dios.—The Review and Herald, 14 de septiembre de 1897, pp. 577.
La Biblia está llena de instrucción que nos ordena manifestar ... amor, paciencia y respeto en nuestro trato mutuo. El amor de Jesús en el alma nunca conduce a la malicia y la envidia. La tierna planta del amor cristiano debe cultivarse cuidadosamente. No crecerá a menos que sea cultivada.
El cielo toma nota de aquel que lleva consigo una atmósfera de paz y amor. Tal persona recibirá su recompensa. Permanecerá en el gran día del Señor.—Manuscrito
No seamos codiciosos de vana gloria, irritando los unos a los otros, envidiándose los unos a los otros. Gálatas 5:26.
La envidia y los celos son enfermedades que alteran todas las facultades del ser. Se originaron con Satanás en el paraíso. ... Aquellos que escuchan su voz, rebajarán a otros, y los desfigurarán y falsificarán a fin de hacerse la propaganda a sí mismos. Pero ninguna cosa que contamina puede entrar en el cielo; a menos que aquellos que fomenten este espíritu sean cambiados, nunca podrán entrar allí, porque criticarían a los mismos ángeles. Envidiarían la corona de otro. No sabrían de qué hablar, a menos que pudieran traer a consideración los errores y las imperfecciones de los demás.
¡Ojalá que los tales puedan ser transformados contemplando a Cristo! ¡Ojalá que lleguen a ser mansos y humildes aprendiendo de él! Ellos podrían salir, no como misioneros de Satanás, para causar desunión y alejamiento, para quebrantar y mutilar el carácter, sino como misioneros de Cristo, para ser pacificadores y restaurar. Dejad que el Espíritu Santo entre y expulse esta pasión no santificada, que no puede sobrevivir en el cielo. Dejad que muera; dejad que sea crucificada. Abrid el corazón a los atributos de Cristo, quien fué santo, inocente y puro.
La Palabra de Dios exhorta: “Amandoos fraternalmente, misericordiosos, amigables”. 1 Pedro 3:8. El verdadero valor moral no busca hacer un lugar para sí mismo causando y hablando el mal y despreciando a otros. Toda envidia, todo celo, toda crítica, toda incredulidad, deben ser alejadas de los hijos de Dios.—The Review and Herald, 14 de septiembre de 1897, pp. 577.
La Biblia está llena de instrucción que nos ordena manifestar ... amor, paciencia y respeto en nuestro trato mutuo. El amor de Jesús en el alma nunca conduce a la malicia y la envidia. La tierna planta del amor cristiano debe cultivarse cuidadosamente. No crecerá a menos que sea cultivada.
El cielo toma nota de aquel que lleva consigo una atmósfera de paz y amor. Tal persona recibirá su recompensa. Permanecerá en el gran día del Señor.—Manuscrito