"Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de
nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la
tierra." Efe. 3: 14, 15.
La iglesia designa oficiales para que sean
colaboradores con Dios en la edificación del cuerpo de Cristo. Las madres y los
padres hacedores de la Palabra de Dios forman parte del cuerpo de Cristo.
Enseñan y amonestan a sus hijos de acuerdo con la Palabra de Dios, preparándolos
para permanecer bajo la bandera de Jesús. Son los testigos de Dios, que muestran
al mundo que están bajo la conducción del Espíritu Santo. Cristo es su modelo y
educan a sus hijos de tal manera que conozcan a Dios.
En la oración que
Cristo ofreció en beneficio de sus discípulos, justamente antes de ser
traicionado y crucificado, dijo: "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a
ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17: 3).
¿No debiera ser cada familia de la tierra un
símbolo de la familia que está en el cielo?
¿No debieran escucharse cantos de alabanza y gratitud en cada hogar?
Una
familia en cuyo
seno se manifiesta amor a Dios y de los unos por los otros, cuyos miembros no se
irritan, sino que son pacientes, tolerantes y amables, es un símbolo de la
familia
celestial. Sus componentes comprenden que son parte de la gran familia del cielo. Mediante
las leyes de dependencia mutua se les enseña a confiar en la gran Cabeza de la
iglesia. Si uno de sus miembros sufre, todos los demás sufren. El sufrimiento de
uno entraña el sufrimiento de los otros. Esto debiera enseñar a la juventud a
cuidar de sus cuerpos, a obrar por la preservación de la salud, porque cuando
sufren a causa de la enfermedad, toda la familia sufre.
Los
hombres y mujeres que sirven decididamente a Dios conducirán a sus familias de tal manera que
representen correctamente la religión de Cristo. Enseñarán a sus hijos a ser
aseados y útiles, a compartir las cargas del hogar y a no permitir que los
padres hagan alguna tarea que ellos pueden realizar. De esta manera el padre y
la madre quedan más aliviados. La familia toda comparte la
bendición de la disposición de ayudarse mutuamente.
¿Por qué no se
allegan los padres a Jesús tales como son, en busca de su gracia perdonadora y
de su poder sanador? ¿Por qué no ruegan ser dotados con aptitudes que les
permitan gobernar sus casas correctamente?. . .
Se roba a Dios cuando
los hombres y las mujeres no se relacionan con El en forma tal que la mente, el
alma y las fuerzas puedan ser controladas por el Espíritu Santo. La
familia de Dios
en la tierra debiera cooperar en perfecta armonía con los instrumentos
designados por el Señor en la tarea de moldear el carácter humano de acuerdo con
la semejanza divina (Manuscrito 1, del 19 de enero de 1899, "Unidad, cortesía y
amor