domingo, 20 de abril de 2014

SER SEMEJANTE A JESÚS.

Los grandes temas de la escritura ensanchan la mente

Escribirá para sí en un libro una copia de esta ley... y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra.
Deuteronomio 17:18, 19.

La lectura liviana fascina la mente y quita interés por la lectura de la Palabra de Dios. La Biblia requiere reflexión y escudriñamiento con oración. No basta con recorrerla superficialmente. Aunque algunos pasajes son demasiado claros para que se los entienda mal, otros son más intrincados y exigen estudio cuidadoso y paciente. Como el metal precioso oculto en las colinas y las montañas, es necesario buscar sus gemas de verdad y almacenarlas en la mente para un uso futuro.

Cuando usted escudriñe las Escrituras con el ferviente deseo de aprender la verdad, Dios impartirá su Espíritu a su corazón e impresionará su mente con la luz de su Palabra. La Biblia es su propio intérprete, pues un pasaje explica al otro. Comparando los textos que se refieren a los mismos temas, usted verá una belleza y armonía que nunca soñó. No hay otro libro cuya lectura fortalezca, amplíe, eleve y ennoblezca la mente como la lectura de este Libro de los libros.

El mandato de la Palabra de Dios es: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Filipenses 2:12, 13. Dios y los seres humanos deben cooperar. Todos deben desarrollar lo que Dios introduce. Los estudiantes de la Palabra de Dios deben usar el conocimiento que han obtenido. Deben mejorar las oportunidades que se les presentan en su camino. Con una convicción establecida del deber, deben usar su conocimiento e influencia en cualquier medio, con el fin de que puedan obtener más por medio de su uso...

Estudie la vida de Cristo en este respecto. Sígalo desde el pesebre hasta el Calvario, y actúe como él actuó. Debe sostener los grandes principios que él sostuvo. Su norma es tener el carácter de él, que fue puro, santo e inmaculado.—The Youth’s Instructor, 30 de junio de 1898. Joyas de los Testimonios 1:572.

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