Dios ha llamado en un sentido muy especial a “los que guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús”
“Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar.” Isaías 58: 12
Los que advocamos las verdades bíblicas antes mencionadas, se nos tacha de diferentes maneras; Historicistas, los que dividimos, fanáticos, lunáticos, los no progresistas, no centristas. Pero lo único que estamos instando al pueblo es a volver a la Biblia y a los fundamentos de nuestra fe, y a desechar todo aquello que los destruya. Creemos que otros son los que dividen al pueblo de Dios; aquellos que introducen teorías y fabulas humanas, teologías y métodos de las iglesias caídas de Babilonia, y comparten con el pueblo este forraje barato y no el alimento sólido de la verdad presente que es lo que el pueblo necesita.
No somos un grupo que se aparta de la fe dada una vez a los santos, sino una continuación del pueblo que Dios levanto hace más de 150 años “a la ley y al testimonio”. Si te has dado cuenta que no sabes, ni se te enseña este tipo de doctrina antes mencionada, te urgimos que vayas a la Biblia y al espíritu de profecía para hallar respuesta. Que cada uno que profese ser un buscador de la verdad, lo haga de todo corazón y para gloria de Dios. Por esta razón algunos han sido señalados, disciplinados, etc. pero esta es nuestra esperanza
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.” 2 Corintios 4:7-10
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Soñé que Dios, por una mano invisible, me mandó un cofre de curiosa
hechura, que tendría unas diez pulgadas de largo por seis de ancho.
Estaba hecho de ébano y de perlas curiosamente engastadas. Junto al
cofre estaba atada una llave. Tomé inmediatamente esa llave y abrí el
cofre, al que, para mi asombro y sorpresa, encontré lleno de joyas:
diamantes, piedras preciosas y monedas de oro y plata, de todo tamaño,
valor y clase, hermosamente ordenados en sus lugares dentro del cofre;
y así colocados reflejaban una gloria y una luz que sólo podían
compararse con la del sol. Pensé que no debía disfrutar solo de este
espectáculo maravilloso, aunque mi corazón rebosaba de gozo frente al
esplendor, a la hermosura y al valor del contenido. Lo puse por lo
tanto sobre una mesa en el centro de mi habitación e hice saber que
cuantos quisieran podían venir y ver el espectáculo más glorioso y
brillante que hubiese visto hombre alguno en esta vida. La gente
comenzó a acudir. Al principio eran unos pocos, pero el número fue
aumentando hasta ser una muchedumbre. Cuando miraban por primera vez el
interior del cofre, se admiraban y dejaban oír exclamaciones de gozo.
Pero cuando el número de espectadores aumentó, cada uno se puso a
desordenar las joyas, sacándolas del cofre y desparramándolas sobre la
mesa.
“La obra
más solemne y sagrada que alguna vez se haya dado a los mortales es la
de proclamar los mensajes del primero, el segundo y el tercer ángel a
nuestro mundo.” CSRA 90
