Durante las últimas décadas la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha sentido la
necesidad de declarar claramente y de varias maneras su posición con respecta al
matrimonio, la familia y la sexualidad humana. Estos temas están en el corazón de
muchos problemas acuciantes que enfrenta la sociedad. Aquello que por siglos ha sido
considerado como la moralidad cristiana básica en el contexto del matrimonio,
actualmente está siendo cuestionado en forma creciente, y no solo en la sociedad
secular sino también dentro de las iglesias cristianas mismas.
Las instituciones de la familia y el matrimonio están bajo ataque y enfrentan fuerzas
centrifugas crecientes que las están destrozando. Un número creciente de naciones
está debatiendo el tema de las “uniones del mismo sexo”, haciendo de estas un
problema mundial. La discusión pública ha despertado fuertes emociones. A la luz de
estos desarrollos, nuevamente la Iglesia Adventista del Séptimo Día expone con
claridad su posición.
Reafirmamos, sin ninguna duda, nuestra posición de larga fecha. Como está expresado
en las creencias fundamentales de la iglesia, “el matrimonio fue establecido por Dios en
el Edén y confirmado por Jesús para que fuera una unión para toda la vida entre un
hombre y una mujer, en amante compañerismo”. Aunque “el pecado ha pervertido los
ideales de Dios para el matrimonio y la familia”, “el lazo familiar es el más intimo, el
más tierno y la más sagrada de todas las relaciones humanas”, por lo que “las familias
necesitan experimentar una renovación y una reforma en sus relaciones” . Dios
estableció “el matrimonio como un pacto basado en la unión física, emocional y
espiritual de dos géneros, a la que la Escritura llama ‘una sola carne’ “. “La unión
monógama de un hombre y una mujer (…) es el único ámbito moralmente apropiado
para la expresión genital y las intimidades sexuales a ella asociadas”. “Cualquier
atenuación de esa elevada perspectiva supone, en idéntica media, una rebaja del ideal
celestial”.
La homosexualidad es una manifestación del desorden y la fractura en las inclinaciones
y relaciones humanas producidos por la entrada del pecado en el mundo. Mientras que
todos estamos sujetos a una naturaleza humana caída, “creemos también que, por la
gracia de Dios y con el ánimo de la comunidad de fe, una persona puede vivir en
armonía con los principios de la Palabra de Dios”.
Sostenemos que todas las personas, no importa cuál sea su orientación sexual son
hijos de Dios. No aprobamos que se señale a ningún grupo para hacerlo objeto de
burlas o escarnio, y menos de abuso. Sin embargo, es muy claro que la Palabra de
Dios no aprueba un estilo de vida homosexual; ni lo ha hecho la iglesia cristiana a los
largo de sus 2000 años de historia. Los adventistas creemos que la enseñanza bíblica
continúa siendo válida hoy, porque está anclada en la misma naturaleza de la
humanidad y en el plan de Dios para el matrimonio en la creación.
Documento aprobado el 9 de marzo de 2004 por la Junta Administrativa de la
Asociación General.
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